En los pasillos del Congreso, Margarita Robles, portavoz de los socialistas, ha explicado por qué su partido no apoya la candidatura del ministro De Guindos a la vicepresidencia del Banco Central Europeo. Dicho en breve, la razón es que De Guindos no es mujer. Ese es el argumento y esa era la condición sine qua non de los socialistas: que fuera una candidata.
El hecho de que no la haya supone, en palabras de Robles, "un desprecio a las mujeres de este país". Eso son palabras mayores. Una cosa es preferir que sea una mujer la candidata y otra distinta que constituya un desprecio a las mujeres, a todas en general, el género al completo, el hecho de que sea un hombre. Cuando todo pasa por el género, acabamos en el género tonto. O peor.
Peor. Pues esta batalla de género del PSOE forma parte de una estrategia. Las estrategias de partido se conocen porque, de pronto, como a toque de corneta, todas las cabezas visibles del partido hablan, presentan propuestas y tuitean sobre el mismo asunto sin descanso, ni para ellos ni para los receptores de la estrategia. Bueno, pues el PSOE está en una de esas movidas y el asunto que ha elegido para recuperar swing es la igualdad de hombres y mujeres. Para mí que va a cosechar un éxito parecido al que está teniendo Podemos con su intento por resintonizar con la gente volviendo a lo social y atacando a la Monarquía en la persona de la princesa Leonor. Pero a lo que iba: si las ideas socialistas para mejorar en igualdad se limitan a perseguir efectos publicitarios, como sucede en este caso, su destino será tan efímero como el del abanico de "Más mujeres" en la gala de los Goya. Mucho ruido y pocas nueces.
Por motivos que se me escapan, los partidos de izquierda, al menos en España, han priorizado las políticas de discriminación positiva y de cuotas, y menospreciado –despreciado– las propuestas que pueden ayudar a resolver problemas que afectan de cerca a una mayoría de mujeres. Antes impulsan cuotas femeninas en organismos de alto rango que proponen medidas para conciliar la vida profesional y familiar. Prefieren batirse para que haya una mujer en la comisión ejecutiva del BCE antes que para que muchas mujeres dejen de verse forzadas a elegir entre su trabajo y tener hijos. O entre su trabajo y cuidar de un familiar dependiente. Es un misterio. O no tanto. Viene de la preponderancia del espectáculo y el marketing político sobre las reformas útiles que tienen el defecto de no ser llamativas. Invertidas así las prioridades, una cuota vale más que decenas de medidas eficaces.
El secretario general, Pedro Sánchez, salió al ruedo con la estrategia y puso un tuit con una foto del Consejo de Gobierno del BCE, donde sólo hay dos mujeres, con este texto: "¿Queda suficientemente claro por qué proponemos a una mujer?". Hombre. El hombre Sánchez compitió en primarias con la mujer Díaz sin que nadie, tampoco él, tuviera suficientemente claro que era hora de que hubiera una mujer al frente del Partido Socialista. La cuestión de género no pintó nada en la refriega. Sánchez ganó y Díaz perdió, y no se interpretó el resultado como una demostración de que los afiliados socialistas preferían a un hombre antes que a una mujer. No hubo lecturas de género de aquello. Y las podía haber. ¿Por qué no? En la lógica de género, no hay más que género. En esa lógica, De Guindos sólo es mal candidato porque es hombre, y una candidata sólo sería buena porque es mujer. ¿Dónde hay más desprecio?