Los aplausos de los diputados del PP a Rajoy mientras leía las medidas del ajuste y el exabrupto de Andrea Fabra en la misma sesión del Congreso, serán, si las crónicas no mienten, el gran argumento que el Partido Socialista blandirá contra el Gobierno. Y a mí no me sorprendería que, en efecto, ésa fuera su aportación primordial al debate en los próximos y difíciles tiempos. Los socialistas no han venido definiendo la diferencia entre el ajuste de Zapatero y el de Rajoy en términos de racionalidad, de eficacia, ni siquiera de equidad. Aquello que los hace profundamente distintos, dicen, son los sentimientos. Los que ellos tienen en abundancia y los que al PP le faltan por completo. Por resumir: el PSOE hizo recortes a disgusto, con enorme pesadumbre, mientras que el PP los hace encantadísimo, pues está en su naturaleza hacer sufrir a la gente. De ahí que den tamaña importancia a los aplausos y al bufido de Fabra. Confirma que joder al personal es lo que más apasiona en la derecha.
Los diputados del PP podían haber ido aquel día al Congreso vestidos de luto y, en lugar de aplaudir, sacar el pañuelo y enjugarse las lágrimas recorte tras recorte, pero ello no añade ni quita nada al rigor del ajuste. Es más, y por salir de la derecha, no parece que los socialdemócratas alemanes hicieran esa comedia lamentable cuando su jefe, Schröder, presentó en sociedad una reforma radical del generoso Estado del bienestar germano hace ahora once años. En más de un aspecto, aquel tijeretazo se parece como una gota de agua a otra al que ha aprobado el PP. Incluso en la decisión de reducir la prestación de desempleo, a fin, y eso lo dijo el líder socialdemócrata y no un derechista bávaro, de aumentar los incentivos para trabajar. Y nadie entendió que se acusaba a los parados, en general, de quedarse remoloneando en casa.
En esa línea tan nuestra de vertidos sentimentales no están solos los socialistas, sino muy acompañados, y prácticamente por todos los grupos que se sientan en la Cámara. Circula un apunte de la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, sobre el "dolor causado" a los españoles por los aplausos de la bancada popular, que es para echarse a llorar. Para llorar, sí, porque uno espera de un político profesional que emita un juicio consistente del programa avanzado por el Gobierno, esto es, que haga una crítica y no una escenita. Cuando el reproche al ajuste se reduce, en última instancia, a que se ha presentado con poca sensibilidad, cabe la sospecha de que se carece de la formación y la capacidad adecuadas para discutirlo. O de que se pretende velar, corazoncito mediante, las responsabilidades propias en el estado económico de la nación. Bien mirado, no son excluyentes.