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Sin el miedo a Podemos, ¿qué hará el PP?

El problema electoral del PP viene tanto de que Ciudadanos sube como de que Podemos baja.

El problema electoral del PP viene tanto de que Ciudadanos sube como de que Podemos baja.
Mariano Rajoy | David Mudarra.

En el Partido Popular han sonado, como suele decirse, todas las alarmas. En los partidos saltan las alarmas cuando llegan las malas encuestas, no antes. De ahí que cuando llegan las malas encuestas sea, con frecuencia, demasiado tarde para darles la vuelta. Pero tarde o no, el caso alarmante está ahí, en esta ocasión para el futuro electoral del PP, y su causa es evidente: el ascenso de Ciudadanos que están registrando los sondeos. Un ascenso que los populares ya han empezado a combatir a su manera. Con la combinación de desprecio y beligerancia que emplearon contra el partido de Albert Rivera durante el agitado ciclo electoral de 2015 y 2016.

Hay, no obstante, un aspecto menos evidente del problema electoral que afronta el PP. Menos evidente, quiero decir, que el ascenso de Ciudadanos y el hecho de que esté mordiendo con fuerza en la base electoral del partido del Gobierno. Esa faceta no tan observada y comentada es el declive de Podemos que también reflejan las encuestas. Fenómeno éste que se manifiesta con especial intensidad desde el intento de golpe en Cataluña. Porque la amenaza separatista y el modo de afrontarla han sido, a la vez, rampa de lanzamiento para Ciudadanos y despeñadero para los de Iglesias. Y esa caída de los podemitas no sólo les pone en aprieto a ellos. Pondrá en aprietos al PP.

Para verlo, hay que mirar atrás. A esos dos años de citas electorales que pasamos, con dos elecciones generales en seis meses. Hay que recordar, en fin, qué supuso la espectacular subida de Podemos, que llegó a estar primero en intención de voto. De un lado, redujo enormemente el potencial del PSOE como alternativa al PP, tanto que estuvo a punto de que lo sobrepasaran los podemitas. Del otro, permitió que los populares se presentaran como los únicos que podían frenar la llegada de Podemos a los Gobiernos, nacional y autonómicos. Fue así como en muchas de las elecciones de aquel ciclo pudo frenar el PP la fuga de votantes. Sin el rechazo que despertaba Podemos en su base electoral, sin el temor a que llegaran al poder los de Iglesias, es difícil que hubieran podido contener los daños. No ya evitarlos, que eso no era posible, pero contenerlos.

Esa ventaja relativa desaparece si Podemos se hunde. No desaparecerá del todo, porque el PP siempre podrá agitar, otra vez, el miedo a un pacto entre podemitas y socialistas, igual que puede aprovechar el rechazo a los gobiernos Frankenstein. Pero con un Iglesias muy disminuido, ese temor y ese rechazo no van a tener el mismo efecto que tuvieron. No compondrán un aglutinante tan fuerte. No serán argumentos tan convincentes para apelar al voto útil. Al voto con la nariz tapada. Y si el ascenso de Ciudadanos continúa, menos aún. El problema electoral del PP viene tanto de que Ciudadanos sube como de que Podemos baja. Si no pueden jugar de forma creíble la carta del miedo a Podemos, será cosa de ver qué hacen los populares.

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