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Cristina Losada

¿Regeneraqué?

El coste político de esta intromisión de los partidos en el poder judicial les resulta más bajo que los beneficios de hacerlo

El coste político de esta intromisión de los partidos en el poder judicial les resulta más bajo que los beneficios de hacerlo
Europa Press

Circulan estos días unos vídeos en los que Pedro Sánchez mantenía criterios muy distintos a los que ahora ha puesto en práctica para la elección del Consejo General del Poder Judicial. En uno de ellos les confesaba a dos ciudadanos, en un programa televisivo, que estaba dispuesto a renunciar a "las comodidades del bipartidismo" y ponía como ejemplo la comodidad de nombrar a los vocales del Consejo en cuestión. Estoy en contra, dijo allí. Era antes de.

No dejan de aparecer documentos audiovisuales de aquella época remota en la que Sánchez no era más que secretario general del partido de la oposición y se pronunciaba sobre esto y lo otro como para fijar los criterios contrarios a los que iba a tener después de. De tal manera que, como ya se ha observado, la principal oposición a Pedro Sánchez se la hizo él mismo antes de ser presidente del Gobierno. Algo que, según la teoría de la vicepresidenta Calvo, es perfectamente lógico y hasta obligado. Risible, incluso, pensar lo contrario.

Los exploradores de la hemeroteca rescatan con frecuencia documentos que ponen a los políticos, como suele decirse, frente a sus contradicciones. Pero son piezas aisladas. Lo que no rescatan ni pueden rescatar esos exploradores son los paisajes: los contextos en los que se fabricaron las piezas. De modo que nos toca a otros hacer algún viaje al pasado para poner no a un político frente a sus contradicciones, sino prácticamente a todo un país.

En el período que inauguraron las europeas de 2014 y cerró parcialmente la repetición electoral de 2016, la palabra mágica que presidió el debate político en España era "regeneración". Regeneración democrática, se decía también. Fuese cual fuese el lema, la política y la prensa estaban repletos de opiniones y propuestas para corregir los que se consideraban vicios y defectos del sistema político español. Había quienes localizaban el mal en la falta de democracia interna en los partidos. Otros lo situaban en la partitocracia. Más allá, en el sistema electoral. Y todos, en el chorro pútrido de la corrupción. No se podía abrir un periódico entonces sin encontrar alguna prescripción para revertir el desprestigio galopante de la política y las instituciones.

El Pedro Sánchez de antes hablaba para aquel paisaje. No era el único, cierto, pero el que preside el Gobierno hoy es él. En realidad, no hablaba él, sino el paisaje. Y en esto no es excepcional. La excepción son los políticos que no dicen sólo aquello que concuerda con la opinión en boga del momento. Pero es precisamente porque hablaba el paisaje, porque sólo se camuflaba con él, por lo que aparece la cuestión interesante. No ya cómo es que Sánchez ha enterrado aquella posición suya sobre la elección del CGPJ y ha aprovechado la comodidad a la que iba a renunciar, sino qué ha sido de aquello de la "regeneración".

La pregunta es qué fue y qué se hizo de la famosa "regeneración" que estaba en boca de todos. Yo, que conste, no lamento que el término haya desaparecido del mapa, pero sí que se haya extinguido casi todo el impulso que empujaba en el sentido de reformas institucionales. Al final se ha impuesto la inercia. Lo único que queda del impulso aquel es la fragmentación política que acabó con el bipartidismo imperfecto. Un cambio que no ha impedido que los dos grandes partidos, tal como solían, más uno de los nuevos actores (Podemos) se repartan el botín del gobierno del poder judicial.

La gran mayoría de los políticos, contra lo que tantos creen, dicen lo que sus audiencias quieren oír, por lo que la conclusión, la realista conclusión de este episodio, es que la despolitización de la Justicia no interesa lo suficiente. El paisaje ha cambiado. Y el coste político de esta intromisión de los partidos en el poder judicial les resulta más bajo que los beneficios de hacerlo. Así, hasta la próxima convulsión.

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