Pensaba yo que la cúpula de Podemos estaba haciendo una cura de humildad, un cursillo de reorientación o que andaba ocupada con los líos de su confluir. Ahí tienen, por ejemplo, la convocatoria de las elecciones gallegas, que ha pillado al conglomerado de Podemos y Mareas en plena discordia: basta un retroceso para que salte el polvorín. Pero no, nada de eso. Resulta que Podemos está presumiendo, qué noticia. Presume de ser el único partido que “está diciendo que nos oponemos al Gobierno de Mariano Rajoy y que nos oponemos a las políticas de austeridad”.
Son palabras de la diputada Irene Montero, y la pregunta espontánea es: ¿y dónde ha estado? No hay partido relevante para la formación de Gobierno que no haya dicho que se opone a un Gobierno de Rajoy, y lo máximo a lo que está dispuesto alguno es a abstenerse en la segunda votación de la investidura. Todo lo cual es la razón principal de que hoy semeje tan difícil como ayer que se componga un Ejecutivo, y hasta que se celebre sesión de investidura. En cuanto a la austeridad, bueno, si nos atenemos a los hechos, que es lo que importa, uno de sus grandes oponentes ha sido el propio Gobierno de Rajoy: miren si no se ha saltado el objetivo de déficit. La UE no ha multado a España de milagro por esa alegre política de incumplimiento. La austeridad es un macguffin.
Veamos, no obstante, por qué Podemos reclama el trono de único partido que está diciendo que se opone a Rajoy, trono que en realidad está muy disputado. “El resto de formaciones, de una manera u otra, bailan con el plan de las élites y bailan con el PP”, dice Montero. Mucho baile parece para tan poca fiesta. Si el plan de las élites consiste en bloquear la constitución de un Gobierno, mantener a un Ejecutivo en funciones ad calendas graecas, ir a unas terceras elecciones, luego tal vez a unas cuartas, y así sucesivamente, entonces está saliendo de cine. Pero observado sin los anteojos de los podemitas, que igual son los del cuento de Poe, ese plan de las élites, más que plan, es conjura de necios.
Ya está todo atado por debajo de la mesa para que haya un Gobierno de Rajoy, según Podemos, pero al mismo tiempo, según Podemos, no lo está. Y es que insiste en que el PSOE puede, si quiere, apartarse del plan de las élites necias y de las conspiraciones de su vieja guardia y formar un Gobierno progresista con ellos. Con ellos y con alguna peña más, porque entre los dos no pasan de 156 escaños. Hagamos las cuentas de la lechera, ignorando lo del progresismo y dejando fuera a Ciudadanos, al que Podemos no quiere ver ni en pintura. Nos sale por los pelos un Gobierno con los votos de PSOE, Podemos, Esquerra y la antigua Convergencia, pero con una particularidad especialmente disuasoria para los socialistas: ellos serían 85, frente a los 88 que sumarían los demás. Podemitas y separatistas llevarían la batuta. Para el PSOE sería como unirse a la orquesta del Titanic.
La cuestión, naturalmente, es que Podemos pudo evitar, hace unos meses, ese Gobierno de Rajoy al que tanto se opone, y no quiso. Su ambición de poder lo llevó a rechazar una investidura del PSOE con el apoyo de Ciudadanos. Esperaban alzarse con el santo y la limosna en la repetición electoral, estuvieron en el todo o nada y fue nada. Cierto que no son un cero a la izquierda, pero han dejado de estar en el baile. Tan fuera de la pista, que a la vez que reclaman un Gobierno progresista dicen que es urgente que se forme un Gobierno para estar en la oposición. Bien, si tan urgente es que haya Gobierno y quieren ejercer cuanto antes de oposición, ya saben lo que tienen que hacer. Ofrézcanle a Rajoy la abstención y asunto resuelto.