Leído el informe de Justicia sobre el borrador de la ley de libertad sexual preparado por el Ministerio de Irene Montero, no sorprende el sonado cabreo de la parte podemita del Gobierno. Porque del informe se trasluce que los autores o autoras del borrador, y quien tiene la principal responsabilidad en el asunto, que es la mentada Montero, no disponen de los conocimientos necesarios para redactar un proyecto de ley ni tampoco para redactar, punto. En efecto, las reglas de puntuación también las vulneran. "Se recomienda revisar la puntuación a lo largo del texto", dice el informe. Puede que hayan diseminado puntos y comas al azar, como quien le echa sal y pimienta al bistec, que es lo que hacen algunos escolares aturdidos por el extraño mundo de los signos de puntuación. Pero los escolares no están en un ministerio, sino aprendiendo, mientras que al ministerio y al Gobierno hay que llegar aprendido.
Es duro que le digan a una, sobre todo a una como Irene Montero, que su gente no sabe poner las mayúsculas y las minúsculas correctamente en un texto legal. Es fuerte que tengan que indicarle que en el índice "nada debe ir en negrita ni en cursiva". O que deban enseñarle a contar los títulos de una ley. Verás, querida, viene a decir el informe, no puedes poner que la ley consta de un título preliminar y ocho títulos, porque el preliminar es un título, por lo que has de escribir: un título preliminar y otros ocho títulos. Pero si resulta casi insultante que le tengan que explicar algo así, ya es directamente ofensivo que haya que recordarle que si suprime, por ejemplo, el artículo 45, deberá renumerar los artículos que hay a partir de ahí. Este tipo de recomendaciones sitúa a los autores o autoras del borrador en el kindergarten legislativo, y empezando.
El informe del Ministerio de Justicia, no obstante, está hecho por y para adultos. De ahí que no ahorre expresiones directas y tajantes, y que lo haga sin poner, previamente, un cartelito avisando de que puede herir la sensibilidad de las autoras de la chapuza. En Justicia no se anduvieron con rodeos a la hora de señalar los defectos del borrador de Irene Montero, y eso duele. Duelen expresiones como "la ampliación en este caso carece por completo de sentido"; "se considera absolutamente inadecuado incluir"; "de nuevo no se entiende el porqué de la modificación"; "además de resultar incoherente, el articulado colisiona"; o "contiene una redacción farragosa y difícilmente comprensible". Qué crueldad la de los funcionarios del Ministerio de Justicia, aunque se entiende: revisar punto por punto un texto plagado de errores agota la paciencia de cualquiera.
El equipo de Montero sabe preparar una performance con una tarta de cumpleaños, poner consignas supuestamente feministas en Twitter y hacer agit-prop para el 8 de marzo. De todo eso sabe algo. Pero de técnica legislativa, nada. Preparar un proyecto de ley como es debido está fuera de su alcance. Y ello al punto de que el borrador no deja clara la delimitación entre esta ley y la de Violencia de Género, ignora las competencias autonómicas en muchos aspectos y duplica dos docenas de artículos de leyes vigentes. La pregunta, lógicamente, es la del dicho: si no sabes, pa qué te metes. Aquí: por qué te dejan meterte. Cómo es que los adultos del Gobierno, si queda alguno de esa especie, permiten que un equipo sin los conocimientos adecuados, sin la preparación necesaria, se ponga a redactar. Y nada menos que un proyecto de ley. Es, lógicamente, una pregunta retórica.
No es retórica, sin embargo, que el vicepresidente Iglesias acuse de "machista frustrado" al titular del ministerio que ha elaborado el necesario informe. No lo es que el portavoz parlamentario de Podemos insista en el peyorativo "machote". No lo es que otras voces del partido saquen el espantajo del "sesgo patriarcal" del "sistema judicial". Todo esto es sintomático. Es el modelo de conducta del socio de coalición del PSOE. Para Podemos, una ley no es una ley: es un instrumento de propaganda y de imposición ideológica. La técnica legislativa, qué importa. Su idea de Gobierno es la de un poder que no tiene que sujetarse a ninguna limitación, menos aún las que establece el marco legal preexistente. Y en el instante en que su voluntad de poder, en cualquier manifestación significativa, como lo es para ellos esta ley, se encuentre con algún obstáculo, algún impedimento, alguna enmienda, la reacción es furibunda. Pero esto, en fin, ya lo sabían los socialistas. Lo que no calculaban bien es la capacidad podemita para tenerlos –a ellos y al Gobierno– bajo su dominio.