A principios de agosto, en un artículo en The Lancet, una veintena de científicos españoles se preguntaban qué había fallado en la gestión de la epidemia en España, esbozaban las causas y pedían una evaluación independiente de la respuesta del Gobierno central y de los autonómicos. El objetivo, decían, no era repartir culpas, sino mejorar el sistema para que estuviera preparado cuando llegaran nuevas olas epidémicas. Esta petición amable y educada se le hizo al Gobierno en la relativa tregua del verano. Era entonces cuando se podía hacer y era, además, necesario hacerlo. Lo demostró enseguida la irrupción de la segunda oleada. A día de hoy, el Gobierno no ha puesto en marcha la evaluación independiente. Lo que sí ha hecho es replicar en The Lancet a la petición crítica de los científicos, sin citarlos.
La indirecta impugnación es un artículo en la misma revista firmado por el equipo de Fernando Simón y por el propio Simón. La pieza empieza diciendo que la temprana aparición de la segunda ola en España provocó críticas a la gestión, pero sólo para glosar después lo mucho que se ha avanzado y mejorado. A tal punto que las únicas debilidades que persisten, según los firmantes, son las que atribuyen a la baja inversión crónica en áreas como atención primaria, salud pública, digitalización o investigación. Debilidades, en fin, que hunden sus raíces en el pasado y de las que no se podría responsabilizar al Gobierno actual. Únicamente ven un problema no heredado que lastra los esfuerzos, uno solo, y es la politización. El principal freno a la eficacia de la muy mejorada y avanzada respuesta a la epidemia sería, por tanto, el clima de confrontación.
La gran mayoría de los firmantes son del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Simón es su jefe. Pero no es que se identifiquen como tales de entrada, no. Se presentan como “profesionales de la salud pública implicados en la respuesta”. Hay que ver los títulos de crédito para situarlos en el Ministerio de Sanidad. De modo que funcionarios, técnicos y altos cargos responsables de la respuesta a la epidemia a nivel nacional defienden su actuación, sin informar inmediata y detalladamente a los lectores de su grado de responsabilidad en la materia. Más aún, desvían la tormenta hacia la politización. La habrá, siempre la hay. Pero esta pieza es parte de ella. Si un equipo del Gobierno defiende la gestión del Gobierno, eso es una operación política. Si lo hace camuflado, es encubierta.
A los veinte científicos que pidieron la evaluación independiente, los firmantes responden, de forma indirecta, que la evaluación es clave y que ya se está haciendo. ¡Ya se está haciendo! En cierto modo, sí. Este artículo en The Lancet es una evaluación. Una evaluación hecha por los evaluados. Sin decir que lo son. Sin declarar ningún conflicto de interés. A cambio, algo hay a cambio, ha quedado al descubierto aquel comité de expertos que no existía –¿o sí?– y cuya composición no se podía revelar.