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Cristina Losada

Lo que no entiende Podemos del separatismo catalán

En eso que Iglesias llama despectivamente "guerra de banderas" se juega una partida trascendental para la prosperidad de España y la igualdad de sus habitantes.

En eso que Iglesias llama despectivamente "guerra de banderas" se juega una partida trascendental para la prosperidad de España y la igualdad de sus habitantes.

Pablo Iglesias reapareció el otro día para hacer algo que los periódicos, muy generosamente, llamaron una autocrítica por los malos resultados en las autonómicas de Cataluña. El líder de Podemos cree que la razón de que les fuera tan mal es que no estaban en su salsa, que es la salsa de la agenda social. Y cree que la manera de sintonizar de nuevo con las clases populares es recuperar esa agenda que se perdió en el torbellino del problema catalán, y pasar de un lío territorial que no responde, según él, a las preocupaciones y necesidades de la gente. En una entrevista posterior lo dijo así: "Es un fracaso que sólo se hable de banderas".

Qué poco ha entendido Pablo del separatismo catalán. No ha entendido nada. No ha entendido lo esencial. Al contrario de lo que cree, en eso que llama despectivamente "guerra de banderas" se juega una partida trascendental para la prosperidad de España y la igualdad de sus habitantes. Porque la aspiración declarada de los separatistas catalanes es dejar de contribuir al bienestar del conjunto de los españoles. Como diría el propio Pablo si entendiera de qué va esto, los separatistas catalanes no quieren pagar para que los hijos de las clases populares de las regiones menos ricas de España puedan estudiar y disponer de atención sanitaria. Para eso quieren montarse un estadito independiente. Entre otras cosas, sí, pero también y ante todo para eso. ¿O no les ha oído decir Pablo lo de "Espanya ens roba"? ¿O no les ha oído proclamar que su república independiente iba a ser más rica, más próspera y más todo porque habrían soltado el lastre de la atrasada España?

No quiero decir con esto que el único motor del separatismo catalán sea la pela, porque esa es la discusión del huevo y la gallina. En el fondo da igual qué va primero, si el egoísmo material o el supremacismo cultural. Da igual porque los dos elementos van juntos y han ido históricamente juntos. Los patriarcas del catalanismo de hace un siglo, que atribuían la prosperidad de Cataluña a unos rasgos específicos –específicos, según ellos– de los catalanes nativos que los hacían superiores a otros "pueblos" o "razas" de España, se verían perfectamente representados hoy en el modo exaltado con que los independentistas glorifican al "poble de Catalunya", al que adornan de todas las virtudes posibles por contraposición a "los españoles", gentes en las que sólo ven carencias y defectos.

El separatismo catalán no sólo es un separatismo de los ricos porque quiera dejar de contribuir al bienestar de los españoles. Es literalmente de los ricos. Es entre los que tienen mayor renta donde se encuentra el mayor apoyo a la causa secesionista. Y a la inversa, cuanto menos renta, menos apoyo. Esas clases populares con las que quiere volver a sintonizar Podemos, si es que alguna vez gozó de esa sintonía, no están en Cataluña con la bandera estrellada. Si Pablo hubiera estado en las manifestaciones contra el separatismo que se hicieron en Barcelona y en otras ciudades catalanas lo habría visto con sus propios ojos. Pero no estuvo. Y así habla de recuperar banderas sociales, como si eso que ya le aburre y llama "guerra de banderas" no fuera también de banderas sociales y nada tuviera que ver con los problemas de los ciudadanos, con su bienestar, con su igualdad.

Pensar, como piensa Pablo, que el separatismo catalán y la agenda social son asuntos del todo distintos es mucho peor que un error. Es una incomprensión de la que nacen todos los errores. De esa incapacidad para entender de qué va el separatismo catalán viene que les haya ido mal en Cataluña y les vaya mal en toda España. Porque, a diferencia de los dirigentes podemitas, muchos ciudadanos de Cataluña y muchos del resto de España entienden perfectamente de qué va ese independentismo con el que Podemos se siente cómodo. Y como lo entienden, lo rechazan. Lo rechazan por su egoísmo, por su supremacismo cultural, porque quiere separar aquello que está unido y mezclado desde hace mucho tiempo, porque es excluyente. El gran fracaso de Podemos y los comunes es que no han entendido algo que han entendido millones de españoles. Vista su autocrítica, está claro lo que van a hacer: van a seguir prestando buenos servicios a los separatistas. Ya lo acaban de hacer, de nuevo, en el Parlamento catalán. Pues nada, oye.

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