El fiscal Carlos Bautista, de la Audiencia Nacional, cayó en la tentación de llevar una doble vida. En horas de trabajo era fiscal y en los ratos libres -supongámoslo para no empeorar las cosas- era un activista de los muchos que hay en Twitter. Activista pasivo, valga la paradoja, porque en las redes sociales no hay propiamente acción, pero sí se larga mucho, es decir, se va suelto de lengua. El fiscal quería soltarse el pelo, desfogarse, dejar escrito en la pared virtual cuanto pensaba de sus compañeros, de sus superiores y de ciertos acontecimientos de la actualidad política. Pero quería descargar su bilis protegido por el anonimato que concede una falsa identidad, que es el viejo y feo tema de tirar la piedra y esconder la mano.
El de la incontinencia del fiscal Bautista no es por tanto un episodio más de los muchos en que una figura pública pone en Twitter alguna estupidez notable o alguna barbaridad pensando (¿pensando?) que no las van a leer más que él y cuatro amiguetes. Él se dotó de un alter ego, ese @cespiralidoso de marras, para sacar lo que llevaba dentro, así que no me digan que no sabía que lo hacía, y que su conducta tiene la excusa de que no estaba acostumbrado a las redes sociales. Ni, como él asegura en su petición de disculpas, que Twitter era un medio "que no suponía tan público como resulta ser". ¿Entonces, si no era para el público, para quien escribía allí? De toda la vida, la gente que quiere desahogarse en privado lleva un diario, igualmente privado, no expone sus confidencias en el foro.
Vaya con el error de juicio. No es sólo error ocultarse en el anonimato para zaherir a jueces y fiscales, comparar a la Guardia Civil con las SS nazis o hacer chistes obscenos sobre Rouco. Lo primero no es sólo error, porque si tenía razones para cuestionar el trabajo de otros miembros de la judicatura, su obligación era plantearlas abiertamente. A cara descubierta y por los cauces reglamentarios. En cuanto a lo segundo, qué le vamos a hacer, nos ha revelado que un fiscal de la Audiencia está al nivel del nano-pensamiento político del progre común, del que tantas muestras circulan en Twitter y fuera de Twitter. Y no me digan tampoco que no podía expresar ideas más elaboradas en 140 caracteres, porque en lo suyo no había ideas ni por asomo.
No se le eche la culpa a las redes sociales de estos brotes de gamberrismo adolescente que tienen gentes adultas como el fiscal Bautista. Las redes son el medio, el mensaje lo pone el que lo pone. Las redes sólo exponen. Debía saberlo el fiscal cuando no quiso exponerse con su nombre.