La exdiputada de la CUP ha huido de la Justicia española a Suiza, adonde llegó después de un viaje a Venezuela, y esto ha provocado un sinfín de críticas y chanzas. Se ha criticado mucho el destino final de su escapada, casi más que la propia fuga, por eso de que siendo una anticapitalista optara por refugiarse en un paraíso del capitalismo como Suiza, y no en el paraíso del socialismo del siglo XXI que estableció Hugo Chávez. Hay que decir que Anna Gabriel no ha hecho nada distinto a lo que suele hacer el anticapitalista europeo medio, que es muy fan del socialismo, pero desde la distancia. Una cosa es hacer turismo revolucionario, y otra soportar de forma permanente los efectos de la revolución. El socialismo, en fin, es para que lo sufran otros.
El confort tira más que la ideología, se dirá maliciosamente. Pero no se olvide que en los países capitalistas desarrollados y democráticos, aparte de libertad, seguridad, Estado de Derecho y tantas otras cosas que no existen en Venezuela, hay también grupos de anticapitalistas instalados. Muy bien instalados. Dónde va a parar. Despreocúpense los puristas, que Anna Gabriel no estará privada de la compañía de correligionarios en ese centro opaco del capitalismo financiero que ha elegido para evitar que el Supremo le pida cuentas por su participación en el golpe separatista.
La suerte que tiene Anna Gabriel es que puede entrar en Suiza como ciudadana española. Parecerá trivial, pero no lo es cuando hablamos de un país con notables restricciones a la entrada de inmigrantes. Gracias a que es española, a que España está en la Unión Europea y a que la UE y Suiza tienen acuerdos bilaterales, Gabriel puede entrar en el país y, lo que es más importante, puede trabajar allí. Al menos, de momento. La cautela viene por el resultado de un referéndum que se hizo en 2014. En Suiza es relativamente fácil someter propuestas a referéndum, y se celebran con frecuencia. Por esa democracia directa que tanto le gusta a gente como Gabriel, se aprobó una iniciativa llamada "Stop a la inmigración masiva". Y esa iniciativa incluía poner cuotas y, por tanto, límites estrictos a la inmigración europea.
La voluntad popular expresada en aquel referéndum entró en colisión con los acuerdos bilaterales Suiza-UE, por los cuales el país helvético tenía que garantizar la libre circulación de ciudadanos de Estados miembros de la Unión. Y la UE, esa "Europa de los mercaderes", como dicen los anticapitalistas, dejó claro que la libre circulación de personas no se podía restringir si Suiza quería seguir beneficiándose de los acuerdos. Desde entonces, el Gobierno suizo busca fórmulas para hacerla compatible con el resultado del referéndum. Si la voluntad popular se hubiera aplicado ya, Gabriel tendría muchos problemas para trabajar en Suiza, y si no fuera española o de algún otro país de la UE, ni les cuento. Así que ya puede bendecir ese DNI que tiene. Y dar gracias de que la capitalista Ginebra no sea como Caracas. Bueno, por eso está a orillas del lago Lemán, y no en la meca bolivariana.