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Cristina Losada

La "m..." de Colau

Para Colau, como para Podemos, la alerta general que han declarado por el resultado de Vox es, ante todo, materia para el chantaje.

Para Colau, como para Podemos, la alerta general que han declarado por el resultado de Vox es, ante todo, materia para el chantaje.
EFE

Ser testigos de la batalla y bajar a rematar a los heridos. Esta fue la descripción que, según cuenta Ignatieff en Fuego y cenizas, hizo un periodista canadiense del papel de la prensa en las grandes y cruentas contiendas políticas. No me canso de citarla, más cuando viene al caso. Porque la noche del 10-N, no ya la prensa, que es un tigre de papel, sino la política, con la que anda el tigre muy mezclado, empezó el remate de heridos como auténtica orgía caníbal, y, como siempre, por los más descalabrados. Aunque para qué ponerlo en plural, si era singular: el malherido era Ciudadanos. Sólo la dimisión de Rivera, horas después, pudo aplacar un tanto a los liquidadores. No, por cierto, a un tal Óscar Puente, alcalde de Valladolid del PSOE, cuya inquina hacia Cs es histórica. Ni a los de TV3, claro está, donde la inquina es odio.

Entre los rematadores de apariencia más refinada, más quirúrgica, estaban los que achacan a Ciudadanos el auge de Vox por haberlo normalizado, junto al PP, en los pactos de Gobierno en Andalucía, Madrid y otras comunidades. Venían a decir que esa era la causa de que tantos votantes tomaran al de Abascal por un partido como cualquier otro, uno al que se puede votar sin sentirse horriblemente culpable por contribuir al regreso del fascismo. Cuando lo que deberían preguntarse es cómo su caracterización y caricatura de ese partido no disuadió a todos esos votantes, y si tuvo algún efecto, fue el efecto boomerang. Y cómo es que, a pesar de sus alertas y avisos, los votantes de la santa izquierda no se presentaron en masa a combatir el fascismo. ¡Por lo menos en las urnas!

En la izquierda, nada cambia. De la histeria preelectoral con Vox –y la foto de Colón– en abril ha pasado a la histeria postelectoral con Vox en noviembre. Un aparte merece la alcaldesa de Barcelona, figura representativa de ese mundo de la izquierda que vive de exhibir el sentimiento a flor de piel. Puso en un mensaje en Twitter: "Ninguna persona demócrata y progresista puede estar contenta hoy. La extrema derecha avanza por la incapacidad de la izquierda". Pero que nadie piense que perfilaba alguna autocrítica, porque a continuación venía esto: "Pedro, tus elecciones han fracasado. Y en general, o las izquierdas hacen un frente amplio, o nos vamos todas a la mierda". Tomemos nota del cambio: ahora lo llaman frente amplio. La evocación. Ensuciada, eso sí, por lo siguiente.

La izquierda en la que está Colau es muy selectiva en sus histerias. Es la izquierda que no encendió alarmas ni lanzó alertas cuando los separatistas dieron el golpe del 1 de octubre. De aquello sólo les inquietó la intervención de las fuerzas de seguridad para impedirlo. Es la misma izquierda que, este octubre, cuando la violencia independentista incendiaba las calles de Barcelona y otras ciudades catalanas, se resistía a condenar a los autores de los disturbios. Es la misma Colau que, esos días, no llamó incendiarios a los incendiarios, sino a Albert Rivera. Y la misma que, junto a Iglesias, puso a un separatista como Jaume Asens al frente de la candidatura de su grupo. Bien está que sus resultados hayan ido menguando de elección en elección, y donde tuvieron en 2015 más del 24 por ciento de votos y 12 escaños, tengan ahora un 14 por ciento y 7 escaños.

La izquierda que excita la histeria por Vox es la misma izquierda que va de gustosa compañera de viaje del separatismo supremacista y la misma a la que los sucesores de ETA le parecen impecables demócratas. Pero no se crea que por ir de sensibleros y llevar su corazoncito en la mano, son gente ingenua y candorosa. Para Colau, como para Podemos, la alerta general que han declarado por el resultado de Vox es, ante todo, materia para el chantaje. Es la forma de presionar al tocado Sánchez para que los meta en el Gobierno. En las próximas semanas, será un clamor. Un clamor injustificado y absurdo, como son los que organizan. O un frente amplio o la mierda, decía enfática Colau. Le faltó explicar lo de la viñeta célebre de Hermano Lobo: la segunda opción también son ellos.

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