Una estaba expectante por ver cómo Manuel Valls resolvía la papeleta. Ha estado clásico. Un clásico de la propaganda política es negar la evidencia abiertamente. El blindaje de la falsedad completa tiene más grosor que el de la media verdad. Así, el primer ministro francés, invitado estrella de un mitin del PSOE en Barcelona, aseguró que su plan de austeridad no es austeridad, sino algo muy diferente. Bien, ¿pero qué iba a decir el hombre que ha sacado adelante un recorte del gasto público de 50.000 millones de euros?
Qué iba a decir, o sea, viniendo como venía a apoyar a una candidata Valenciano cuyo discurso, más allá del gran asunto cañetista, consiste en denunciar la austeridad como un castigo impuesto por la derecha europea para hacer sufrir a la pobre gente. Este era, en fin, el problema. El de Valls era cómo presentar en España su política de reducción del gasto público como una alternativa a la austeridad conservadora. Y lo hizo, como anotábamos, sin miramientos: "No se trata de austeridad", les impartió a los militantes socialistas. "Si queréis ver cuáles son las diferencias entre izquierda y derecha, mirad lo que estamos haciendo en Francia y lo que están haciendo otros países".
Yo, por más que miro, no veo grandes diferencias, pero me falta la mirada sentimental del militante socialista. Admito, sí, un hecho diferencial: el que nace de situaciones económicas distintas. Francia no ha estado al borde de la quiebra. No ha tenido que pedir un préstamo para el rescate de su sistema financiero. Su déficit no se encuentra tan alejado del objetivo europeo como el nuestro. A pesar de ello, Valls ha tenido que empuñar la tijera, como cualquiera, y que explicarse con el mismo lenguaje que emplean los de la austeridad maldita. Eso de "No podemos vivir por encima de nuestras posibilidades", o aquello de "No podemos gastar más de lo que tenemos".
A los socialistas españoles les importa mucho que el electorado piense que el domingo se decide en Europa la madre de todas las batallas ideológicas. Que entre la política económica del centroizquierda y el centroderecha hay un auténtico abismo. Que la austeridad ha sido cosa de los conservadores, y no han tenido en ella arte ni parte los socialdemócratas. Esto es, de nuevo, negar la evidencia, pero así va la función electoral. Aunque el militante socialista no lo vea, la línea divisoria en la política europea ante la crisis no ha sido ideológica. La batalla ha estado, y está, entre los más y los menos afectados, entre los países del norte y los del sur de Europa. Y Francia, pese a las apariencias, se cuenta entre los sureños. Por eso Valls propone bajar el euro.
Allá cada cual, no obstante. Se creerá lo que se quiera creer. Incluso que en Francia la austeridad no es austeridad, sino buena política de izquierdas. ¿Y qué es exactamente la política de izquierdas? Pues aquella que haga un partido de izquierdas. Ya está. Así no hay peligro de incoherencia.