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Cristina Losada

La gran PPSOE

Pero ¿no deseaban tantos el fin del bipartidismo? ¿No se quería que hubiera alternativa o, al menos, contrapesos a los dos grandes partidos?

Pero ¿no deseaban tantos el fin del bipartidismo? ¿No se quería que hubiera alternativa o, al menos, contrapesos a los dos grandes partidos?
EFE

No hay mayoría absoluta, no hay siquiera un partido con una mayoría decisiva, y todos aquellos que radicaron los grandes males de España en el predominio de los dos grandes partidos deberían estar francamente satisfechos. Porque si el bipartidismo era el problema, la dimensión de ese problema se ha reducido. En realidad, los enemigos del bipartidismo PP-PSOE sólo podrán quejarse de que no haya salido de las urnas un bipartidismo alternativo. Y, sin embargo, a la luz de las corrientes de opinión que fluyen estos días, resulta que la buena nueva no lo es tanto. Así, no son pocos los hastiados de bipartidismo que propugnan que el bipartidismo, el de siempre, forme gobierno.

Yo entiendo, por ejemplo, que Vargas Llosa esté a favor de la gran coalición. Para él, el período en el que el PP y el PSOE se alternaron en el poder ha sido "uno de los mejores de la historia española". El escritor no cree que ese bipartidismo, pese a sus lacras, fuera el peor de los mundos políticos posibles, y plantea corregirlo con la incorporación de Ciudadanos. No hay incongruencia en su propuesta, aunque la propuesta sea discutible. Pero si uno ha sostenido hasta ahora que el PPSOE era el mal elevado al cuadrado, ¿cómo puede mantener que deben coaligarse en un gobierno?

Tal vez la fragmentación parece a simple vista un caos inmanejable y la coalición entre los dos grandes partidos se presenta como un seguro de orden y estabilidad. Y, sí, seguramente sería eso. Pero poco más. La gran coalición sólo puede ser una fórmula transitoria. Un parche para salir del paso. Y conste que yo no tengo nada en contra de los parches; todo lo contrario. Pero la idea de que la gran coalición es algo así como la gran solución (a los grandes problemas de España) no la compro. Primero, porque no hay grandes soluciones definitivas a los problemas. Después, porque un gobierno de los principales partidos de derechas y de izquierdas suele basarse en un acuerdo de mínimos.

Estamos todavía en los aperitivos del bufé multipartidista, y ya hay sensación de vértigo. Pero ¿no deseaban tantos el fin del bipartidismo? ¿No se quería que hubiera alternativa o, al menos, contrapesos a los dos grandes partidos? Me temo que en cualquier momento alguien va a salir, como Ortega, proclamando "No es esto, no es esto". Bueno, pues sí lo es. La fragmentación era esto. No será la ideal, pero es la real. Quien esperase que el desgaste de los dos grandes partidos lo capitalizaran los más moderados, en lugar de los más populistas, ha vivido estos años en otra galaxia. Y huelga decir quién sería el principal beneficiario de que se diluyera, en una gran PPSOE, el eje izquierda-derecha.

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