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Igea y las disculpas a Madrid

Es más fácil gestionar un cierre a cal y canto que una restricción selectiva. Pero el objetivo no es facilitarles la gestión a los Gobiernos.

Es más fácil gestionar un cierre a cal y canto que una restricción selectiva. Pero el objetivo no es facilitarles la gestión a los Gobiernos.
EFE

Francisco Igea ha dicho algo que no va a decir nadie. Nadie en la política y nadie en los medios satélite. Lo que ha dicho, en rueda de prensa, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León es que algunos tendrán que plantearse pedir disculpas a la Comunidad de Madrid por ciertos comentarios sobre su modo de afrontar la segunda ola de la epidemia. Y ello una vez que pasado un tiempo prudencial se puede concluir que su estrategia ha resultado exitosa, a la vista de indicadores sólidos como los de hospitalizaciones, ingresos en UCI y mortalidad. “Las cosas hay que reconocerlas”, dijo Igea. Y dijo bien. Pero es notorio que la política, a lo largo de la epidemia, se ha fundado en no reconocerlas y, por lo tanto, en no aprender: ni de los éxitos ni de los fracasos.

Nadie va a reconocer nada, pero menos aún si hay que reconocer que el Gobierno de Madrid ha hecho algo bien. Se empezó por culpar a Madrid de la transmisión del virus al resto de España, incluso desde Gobiernos que, si por ellos fuera, estarían fuera de España. Se siguió por montar algaradas callejeras contra sus selectivos confinamientos perimetrales, por su supuesto clasismo y su presunta ineficacia. Se continuó denunciando o haciendo mofa de las distintas medidas que allí se iban aplicando. Y, al fin, cuando los datos epidemiológicos empezaron a mejorar, se sembraron sospechas sobre la veracidad de sus indicadores. No sólo en las redes sociales, en el tumulto habitual de bots y sectarios: lo hicieron también las primeras autoridades sanitarias del país. Y ahí seguirá, la sombra de la sospecha. Todo con tal de no reconocer que algo se ha hecho bien allí.

La tesis de Igea, médico de profesión, es que la estrategia en Madrid ha tenido éxito por la masiva utilización de los test de antígenos, pese a que era una opción con riesgos. Y no es cuestión de discutirle lo esencial de esa valoración a Igea ni a los expertos de Castilla y León, que, al contrario que otros, sí han estudiado a fondo lo que ha hecho Madrid. Quizá puede ampliarse, no obstante, el abanico de causas a considerar y fijarse en el tipo de reducción de movilidad que se decidió aplicar. Porque Madrid, en contraste con otras comunidades, ha sido más proclive a las intervenciones quirúrgicas - las contestadas por clasistas o ineficaces- que a la restricción generalizada. Ahora hay una buena razón para detenerse en ese concreto punto de la estrategia madrileña: un estudio publicado en Nature, que puede descargarse aquí

El estudio, realizado por un panel multidisciplinar, se basa en el análisis de los movimientos de 98 millones de personas de sus lugares de residencia a puntos de interés (tiendas, bares, restaurantes, lugares de culto), en diez de las mayores áreas metropolitanas de Estados Unidos. Su primer gran descubrimiento es que la mayor parte de las infecciones proceden de una minoría de puntos de interés “super contagiadores”. Su primera gran conclusión es que las intervenciones de precisión -quirúrgicas- son más efectivas que las reducciones de movilidad uniformes. En detalle: limitar el aforo es más eficaz que cerrar todos los establecimientos. Y ello, porque frente a lo que se puede pensar convencionalmente, la relación entre contagios y visitas a los puntos de interés no es lineal.  Con una pequeña reducción de las visitas, se puede conseguir una gran reducción de los contagios. Y con menores costes económicos. 

Es más fácil, sin duda, gestionar un cierre a cal y canto que una restricción selectiva. Pero el objetivo no es facilitarles la gestión a los Gobiernos para que con poco esfuerzo puedan controlar la movilidad. El objetivo es y debe ser contener la epidemia con los menores daños colaterales posibles a la salud y a la economía de las personas. Esto es lo que ha intentando, con sus más y sus menos, la Comunidad de Madrid. Reconocer sus buenos resultados significa abrirse a aprender de la experiencia ajena. Y si alguien pidiera disculpas al gobierno madrileño, esto ya sería la tregua de Navidad.
 

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