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Cristina Losada

En este momento histórico

Lo único que pueden hacer Podemos y sus aliados para hacer historia es dinamitar la soberanía nacional.

Lo único que pueden hacer Podemos y sus aliados para hacer historia es dinamitar la soberanía nacional.
EFE

Guardo como oro en paño el enunciado de la pregunta que hicieron en su segundo referéndum por las bravas los independentistas de Quebec. Decía así:

¿Acepta usted que Quebec sea soberano, después de haber realizado una oferta formal a Canadá de una nueva asociación económica y política, dentro del marco de la ley relativa al futuro de Quebec y del acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?

Es una pregunta con tantos supuestos que llama a la navaja de Occam para hacer una buena poda, aunque el filósofo inglés no alumbrara su principio metodológico de economía o parsimonia para aplicarlo a tan bajos menesteres. Pero la guardo como espécimen raro, singular, estrambótico, y también desvergonzado, de la manipulación política en referéndums y consultas varias.

Ahora tengo una nueva candidata para la colección. Es de menor enjundia por sus limitadas consecuencias y por el relleno de siglas que lleva la pobre, pero tiene algún ingrediente asombroso por el que merece atención. Se trata de la pregunta que la dirección de Podemos ha hecho a sus afiliados o inscritos para que aprueben la coalición electoral con IU. Dice esto:

¿Estás de acuerdo con que Podemos concurra a esta segunda vuelta de las elecciones que se celebrarán el 26-J en alianza electoral con Izquierda Unida, Equo y otras fuerzas que apuestan por un cambio real en este momento histórico y que repita en los mismos términos que el pasado 20-D las confluencias En Comú Podem en Cataluña, En Marea en Galicia y Compromís-Podemos-És el Moment en Valencia?

Pura farfolla, sí, pero la farfolla histórica, ese bicho histórico que han metido ahí con calzador, tiene su aquel. Es una constante del discurso de Podemos, y de su dirigente máximo en concreto, la idea de que hay un antes y un después vinculado a su existencia y su presencia. No un antes y un después cualquiera, como lo es, pues ocurre cada tanto en una democracia y ya sucedió antes en España, que unos partidos se hundan y aparezcan otros nuevos. Esas contingencias casi rutinarias no sacian el hambre histórica de Iglesias Turrión y los suyos. Se piensan tan especiales, tan extraordinarios, tan por encima del común, que su aparición sólo puede estar vinculada a un instante de los que cambian el curso de la Historia.

Es más probable que un momento histórico se aprecie como tal después de que se produzca que antes. Cierto que el calificativo histórico abunda tanto en los titulares, que ya puede serlo cualquier cosa. Y si no es histórica, será mítica. Pero, sea como fuere, la historia que puede hacer Podemos no se pondrá en mayúsculas. Imaginemos que llegaran al Gobierno, que es lo más. Bien, ahí están sus compadres de Syriza en Grecia como prueba de hasta dónde llegan las aguas de los grandes cambios históricos preanunciados. En materia de política económica, el Gobierno de Tsipras cumple, a trancas y barrancas, pero cumple, los dictados de la Eurozona. Armó un lío monumental, pero no sacó a Grecia del euro, que era lo coherente con su desafío. De manera que está haciendo ajustes todo el rato.

Los campos de pruebas para los juegos históricos de Podemos serían otros, y uno muy en particular: pondrían un ministro de la Plurinacionalidad y jugarían a los referéndums neverendums. Se dedicarían a juguetear con la soberanía nacional, y a lo peor hacían historia acabando con ella. Esa sería su única oportunidad de marcar un hito histórico, y, por ese desmedido apetito suyo de pasar a los anales, no dudarían en aprovecharla. Por eso, y por su insoportable vanidad, preferimos no asistir a ese momento estelar de la humanidad que nos ofrecen coprotagonizar por el módico precio de un voto.

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