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Cristina Losada

Cuando la clase obrera vota a la extrema derecha

Socialdemócratas y conservadores tendrán que hacer algo más que gritar y tocar a rebato cuando esos partidos les birlan su antigua base electoral.

Por unos pocos votos, Austria no tendrá un jefe de Estado populista de derechas. El candidato de los Verdes, el economista Alexander van der Bellen ha ganado frente al ingeniero Norbert Hofer, del partido FPÖ, después de un empate técnico que se resolvió en el recuento del voto por correo. El cargo de presidente es en Austria más ceremonial que otra cosa, pero estas elecciones tenían resonancia porque las tendencias que se manifestaron en ellas concurren a lo largo y ancho de la Unión Europea. Dos son bien visibles: el declive de los grandes partidos institucionales y el auge de los partidos populistas (de derechas o de izquierdas).

En Austria, el hundimiento de socialdemócratas y conservadores se hizo patente en la primera vuelta, cuando los candidatos de ambos quedaron fuera de juego. Como estaban gobernando en gran coalición, su retroceso abona la idea de que ese tipo de gobiernos dejan un vacío en la oposición que cubren partidos situados en los extremos. Este fenómeno se vislumbra en Alemania, donde también hay gran coalición, aunque en fase mucho más embrionaria. Pero no hay que olvidar que esas grandes coaliciones se hicieron porque los dos partidos tradicionales habían perdido votantes. El gobierno de gran coalición fortalece una tendencia preexistente. En España deberíamos tomar nota de esta consecuencia indeseada.

De las dos grandes familias políticas europeas, la que más está sufriendo el rechazo de los votantes es la socialdemócrata, y no ya de los votantes en general, sino de los que eran suyos. Los caladeros de voto de los socialdemócratas se están agotando, y no sólo eso: se produce un trasvase de voto de los socialistas a los populistas. Hacia los partidos populistas de derechas, caso de Austria o Alemania, también de Francia, y hacia los populistas de izquierdas, como en España. En Austria, la principal bolsa de votos del candidato del FPÖ se halla entre los trabajadores, según un sondeo postelectoral. Los que eran, hasta hace unos años, los votantes naturales de los partidos socialdemócratas han cambiando sus preferencias.

El dato de que la clase obrera deja de votar a los socialistas para apoyar a partidos populistas de derechas, o de extrema derecha, parecerá incongruente a cuantos hayan formado su idea de la política y los partidos en las décadas previas a la Gran Recesión. Aunque debe recordarse que mucho antes de esta crisis se dio ya esa paradoja aparente: en Francia, el Frente Nacional creció en zonas que habían sido comunistas. Aquel cambio de lealtades políticas tuvo que ver con los problemas causados por flujos masivos de inmigración a los que la izquierda establecida sólo respondió con alegatos contra el racismo. Ahora, la afluencia de refugiados provocada por la guerra civil siria es uno de los factores que explican el voto obrero en Austria a los populistas con mensajes anti-inmigración.

Si fuera solamente un trasvase coyuntural debido a la crisis de los refugiados, los partidos socialdemócratas podían estar más o menos tranquilos y esperar a que escampe. Pero como dice el politólogo Peter A. Hall sobre el caso alemán, el trasfondo es una mutación de la economía que deja en la incierta situación de outsiders a los trabajadores industriales de baja y media cualificación. Este grupo social busca protección y los populistas se la ofrecen de un modo más convincente que otros, ya sea prometiendo cerrar fronteras, proteccionismo comercial e industrial, más impuestos para los ricos o más Estado. Y los populistas de derechas defienden ahora el Estado de Bienestar como el que más.

Ante el ascenso del populismo de derechas, la respuesta más frecuente es gritar que son nazis, ultras o fachas, y el efecto habitual es que los voten igual o más. Con los populismos de izquierdas las acusaciones son distintas, pero el efecto es el mismo. Socialdemócratas y conservadores tendrán que hacer algo más que gritar y tocar a rebato cuando esos partidos gamberros les birlan su antigua base electoral. Algo más que no debe consistir en imitarlos.

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