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Cristina Losada

Colau, en el club más pijo de Europa

Es la 'gauche', más 'divine' que nunca, la que tendrá que explicarse cómo está construyendo, en las ciudades, estos paraísos maravillosos para los más ricos.  

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau | EFE

Los Ayuntamientos de cuatro capitales europeas le han enmendado la plana al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por anular la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de Barcelona, y lo han hecho con una carta ridículamente desinformada. En ella contraatacan diciendo que es necesario y urgente plantear políticas contra la contaminación, que las zonas de bajas emisiones salvan vidas y que priorizar el derecho a la salud es el nuevo sentido común. El problema es que ninguna de esas declaraciones de principio, aun expresadas en la forma vacuamente demagógica de la carta, está impugnada o amenazada por la sentencia del tribunal. No discute que haya que reducir la contaminación y tener zonas de bajas emisiones. Tampoco podría: obliga la ley. Lo que impugna es una ordenanza excesiva y chapucera que ni siquiera se basa en datos actualizados de contaminación.

No está claro si firmaron la carta los propios alcaldes o sus segundos de a bordo. Pero es evidente que ignoran los motivos por los que se ha anulado la Zona. Seguro que Sadiq Khan, Anne Hidalgo, Giuseppe Sala y Roberto Gualtieri están demasiado ocupados como para enterarse de qué dice y qué no una sentencia de un tribunal español y han firmado desde el mayor desconocimiento. Sin embargo, no todo el mal es fruto de la desinformación. Hay una frase en la carta que un cargo público de una democracia simplemente no puede suscribir. Es la que dice: "En medio de una emergencia climática y sanitaria, los jueces no pueden obligar a los Gobiernos a retroceder". No sólo pueden: deben. Si hay motivo. ¿Habrá que recordar a estos alcaldes que los ciudadanos, en los países libres, tienen derecho a recurrir a la Justicia cuando consideran las medidas de la Administración injustas o arbitrarias?

Colau ha buscado el apoyo de alcaldías europeas de peso por la vía de la afinidad ideológica, pero hay otras afinidades de interés entre las cuatro firmantes. Dos de las ciudades tienen los precios de la vivienda más altos de Europa. En el centro de Londres, con el metro cuadrado a más de 15.000 euros, y en el centro de París (11.000 euros), hace tiempo que sólo pueden comprar piso las grandes fortunas. El centro de Milán no llega a esos niveles estratosféricos, pero tampoco se queda atrás (9.400 euros ), y lo mismo el de Roma. ¿Y qué tienen en común los centros de estas grandes ciudades, aparte de ser zonas reservadas para ricos? Pues resulta que también están protegidos por las zonas de bajas emisiones más estrictas. Los barrios más caros se solapan, oh coincidencia, con las áreas más libres de contaminación.

En su defensa de su Zona de Bajas Emisiones, Colau se ha hecho acompañar por el club más pijo de Europa. Por Gobiernos de izquierdas, muy de izquierdas, que velan por que los millonarios que han comprado casa en el centro de la ciudad –los oligarcas rusos, mismamente– tengan a su alrededor un edén sin partículas contaminantes, sólo surcado por silenciosos, limpísimos y carísimos coches eléctricos. Un reducto exclusivo que la plebe tiene prohibido hollar con sus cutres coches de gasolina y diésel. Y es que los pobres ensucian, bien lo sabe la izquierda. Cierto, esto lo hacen también Gobiernos de derecha. Pero es la gauche, más divine que nunca, la que tendrá que explicarse cómo está construyendo, en las ciudades, estos paraísos maravillosos para los más ricos.

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