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Cristina Losada

Aristocracia podemita

Si Errejón, por ejemplo, se convirtiera en un currante, cuando dijera una vez más lo de "señora marquesa" no nos partiríamos de risa.

Si Errejón, por ejemplo, se convirtiera en un currante, cuando dijera una vez más lo de "señora marquesa" no nos partiríamos de risa.
Errejón, posando para la revista de lujo 'Esquire'

En Podemos y sus confluencias, ahora Podemos y sus divergencias, sus escisiones y sus desbandadas, siempre hubo interés por conectarse con el antifranquismo de su imaginación. Pero los que tomaron como himno La estaca de Llach, que cantaban cogidos de la mano, no podían acabar de otra manera que enlazados con el separatismo catalán. En ese proceso de sustitución, han encontrado el reemplazo de los presos políticos de la dictadura franquista en los separatistas procesados por el golpe de octubre. La última voz podemita que ha dicho que los golpistas son presos políticos es la de María Eugenia Rodríguez Palop, cabeza de lista a las elecciones europeas. Fue en una entrevista en El Mundo. La cuestión es sencilla: si Palop cree que hay presos políticos en España, cree que vive en una dictadura. La pregunta es cómo se presenta a unas elecciones bajo un régimen dictatorial.

Palop, no obstante, tiene otras cosas de interés en su haber. Como ésta que pronunció en un mitin reciente en Bilbao: "El cambio climático es también el colapso de los valores masculinos y masculinizantes que dan lugar al crecimiento infinito y desenfrenado, a la competitividad y a la idea de que el bienestar supone fundamentalmente crecimiento". Y, en el mismo acto: "[Podemos] piensa que [las mujeres] tenemos derecho a cuidar y tenemos derecho a ser cuidadas. Piensa que somos personas vulnerables y que esa experiencia de vulnerabilidad nos hace fuertes. Por eso no necesitamos pistolas, porque tenemos redes comunitarias y vínculos que nos protegen".

La candidata de Podemos no necesita pistolas porque vive en un país donde hay fuerzas de seguridad fiables y no necesita el crecimiento económico porque disfruta de altas cotas de bienestar. Lo indican los datos que se conocen de su currículo: estudios en Icade, un centro de élite, y plaza en la Carlos III, gracias, al parecer, a Peces-Barba. No tiene pinta de que haya estado privada, valga la redundancia, de buenos contactos, esa llave necesaria para que se abran las puertas del mundo académico –y tantos otros– en España. Como se habrá deducido, cosecha también en el campo de los estudios de género.

El caso de Palop, una de cuyas hermanas es responsable de Comunicación de Turismo de la Junta de Extremadura y otra, corresponsal de TVE en París, le incita a uno a volver sobre aquel tema de la casta que fue emblema del Podemos inicial. Porque la casta está dentro. Escarbas un poco aquí y allá en las primeras filas podemitas y no te encuentras con los de abajo, sino con los de arriba. Con la gente, sí, pero con la gente acomodada y la élite de toda la vida. De hecho, Palop sustituye como cabeza de lista a Pablo Bustinduy, que tampoco es un proleta, sino el hijo de una exministra socialista y un ingeniero de Caminos de carrera notable, que fue el creador de la red de Cercanías de Renfe.

Es un clásico que los que actúan en política en nombre de los trabajadores, la clase obrera y los de abajo no provengan de los trabajadores, la clase obrera y los de abajo. Pero la continua apelación a la guerra de clases que hacen Podemos y sus excrecencias impide pasar por alto sus impurezas. Un grupo que denuncia los privilegios que se tienen por nacer en el seno de una clase social debería exigir a sus miembros destacados la exposición pública de su procedencia social, y si es clase alta, venga, a hacer apostasía. Lo más coherente y pedagógico sería que se proletarizaran, que fueran a trabajar a una fábrica o sencillamente a trabajar, que ya sería algo. Si Errejón, por ejemplo, se convirtiera en un currante, cuando dijera una vez más lo de "señora marquesa" no nos recordaría a los humoristas de La Codorniz y sonaría más auténtico –dentro de lo que cabe–.

Ah, la aristocracia podemita, qué Almanaque de Gotha y Who’s who quedan por hacer.

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