He leído en mucho titulares que el partido Podemos vuelve a la calle, y leo en otros que el primer paso de esa vuelta es la huelga que acaba de acontecer en la enseñanza. Yo tengo mis dudas sobre esta vuelta, y de entrada sobre que se trate de una vuelta. Uno sólo vuelve si antes ha estado, y hasta ahora yo únicamente tenía noticia de una convocatoria en la calle que partiera del partido Podemos: la que tuvo lugar en Madrid el 31 de enero de 2015. Es verdad que se tiende a identificar a los famosos indignados con ese partido, y también lo es que ese partido busca tal identificación. Pero aquella ocupación de plazas ocurrió en 2011, cuando el partido no existía ni en la mente de sus fundadores, quienes han reconocido además que la movida de las plazas los cogió totalmente por sorpresa.
Es natural, por otro lado, que el partido Podemos prefiera asentar su acción política durante la legislatura corta o larga, que va a comenzar, en la movilización callejera antes que en la actuación parlamentaria. En España, la forma de protesta más común es la manifestación, muy por encima de otras vías de presión que requieran sostenerse en el tiempo. Entre nosotros, el hábito de asociarse no ha calado, pero el hábito de manifestarse sí, de modo que no será difícil reactivarlo y llenar, más o menos, las calles de pancartas. Sin olvidar que la manifestación resulta más vistosa que el trabajo de hormiguita en el Parlamento, y tiene asegurada, por tanto, la atención mediática y pública.
No es ninguna novedad lo de ir a la calle, porque aquí siempre se ha tenido preferencia por ello. Lo han hecho tanto el PSOE como el PP, aunque éste menos, y tanto directa como indirectamente, para protestar contra Gobiernos de signo contrario. Pero lo que sí es novedad es que vaya a haber un Gobierno en minoría como el que se va a constituir la semana próxima. En concreto, la novedad es que habrá un Parlamento que tendrá muchas más oportunidades de condicionar al Ejecutivo que sus predecesores. Más oportunidades, en fin, de lograr cambios y reformas en las propuestas legislativas que presente el Gobierno y de introducir otras nuevas.
Frente a esas posibilidades de moldear la política que tendrán los partidos de la oposición a partir de ahora, ¿qué van a hacer los de Podemos? Si la respuesta es convocar manifestaciones, se consolidarán en su papel de partido protesta, y todo su caché dependerá de la magnitud de las manifas que organicen. O de las protestas a las que se apunten, como esta huelga de la enseñanza, que es la huelga más fácil de hacer que existe. Se han hecho tantas que uno pierde la cuenta, y en general sólo han servido para paralizar o echar atrás reformas: nunca para promover una.
No es raro que Podemos decida ir a la calle en lugar de centrarse en un trabajo parlamentario mediante el que se pueden conseguir mejoras graduales. Ese tipo de cambios no le interesan. Al contrario, a un partido protesta le irá mejor cuanto menos mejoras y menos reformas se hagan. Aquello que es útil para muchos no es útil para ellos. Cuando renunció a posibilitar un Gobierno alternativo al de Rajoy, Podemos ya demostró claramente que está en el "todo (el poder) o nada". Que se eche a la calle, que es vieja costumbre, sólo viene a confirmarlo.