Tanto José María Aznar como Pablo Casado aprovecharon sus intervenciones en la Convención del PP para hacer un llamamiento al voto útil. Sin decirlo expresamente, en ese llamamiento planeaba el temor extendido en las filas populares a que Vox les pegue un buen mordisco en las próximas citas electorales.
El problema que tiene ese llamamiento al voto útil es que mucha gente ya no se lo cree. Y tanto no se lo cree, que en las recientes elecciones andaluzas una de las cosas más útiles fue votar a un partido como Vox. Tan útil que sus doce diputados han sido imprescindibles para investir como presidente de la Junta al popular Juan Manuel Moreno Bonilla y mandar al PSOE a la oposición.
Fue el propio Aznar el que en junio de 2015 dijo, con acierto, en una entrevista en ABC:
No hay electorados cautivos, no hay votos cautivos, ni siquiera el mío. Los electorados se respetan. Los compromisos se cumplen. Al ciudadano se le escucha. No hay votos prisioneros.
Eso que manifestó Aznar, en un mensaje dirigido a su partido, era verdad entonces y sigue siendo verdad ahora. Si el PP no tenía entonces, como se demostró en las urnas, un voto cautivo, deberían tener en cuenta sus actuales dirigentes que muy probablemente tampoco lo tengan ahora.
Pablo Casado recibió a finales de julio un partido herido de muerte, desdibujado ideológicamente por el empeño que puso en ello Rajoy y muy desgastado por los casos de corrupción. Si a eso se añade la respuesta absolutamente tibia e insuficiente del Gobierno de Rajoy al golpe de Estado perpetrado por los independentistas catalanes, se entiende que la fuga de votantes del PP, primero hacia Ciudadanos y posteriormente hacia Vox, haya puesto a los populares en estado de máxima alerta.
Aunque el esfuerzo que está poniendo Casado en estos escasos seis meses que lleva al frente del PP es encomiable; aunque su discurso ideológico recupera en buena parte las ideas y los principios que hicieron a su partido el gran referente del centro-derecha, la gran duda que existe es si quizás no es ya demasiado tarde y el PP tiene que purgar durante un cierto tiempo los errores y defecciones de los años de Rajoy.
Muchos votantes del PP acabaron hartos del marianismo, del sorayismo, del cospedalismo, y por eso se fueron. Pedirles ahora que vuelvan a la "casa común" está bien, pero hay que entender que la gente tenga motivos para la desconfianza. Si además surge un partido como Vox, con un discurso claro, sin complejos, que contiene algunos de los principios o banderas abandonados por el PP en estos últimos años, esa vuelta se hace mucho más complicada. No es culpa de Casado. Es simplemente la herencia recibida, y de la que él solo en una parte pequeña puede ser considerado corresponsable. Por ello, qué mal se entienden los aplausos, en algunos casos entusiastas, en la Convención a quien ha sido el máximo responsable del deterioro del PP en estos años.
Las elecciones de mayo serán una prueba para todos, y de modo especial para Casado. Del resultado que obtenga, y su correlación de fuerzas con Vox y Ciudadanos, dependerá que su esfuerzo tenga éxito o no. Pero si tuviera que darle un consejo a Casado, y perdón por el atrevimiento, le diría que no utilizase más el argumento del voto útil. Primero, porque, como ya he dicho, en Andalucía se ha visto que puede ser muy útil votar a otras formaciones del centro-derecha. Y, en segundo lugar, porque los electores son mayores de edad y saben perfectamente lo que tienen que votar en cada momento. Y, ya puestos, un segundo consejo: cuídese Casado de algunos personajes que tiene en su partido, que es obvio que no facilitarán su tarea. Y gobernar una organización como el PP implica también tomar decisiones sobre personas.