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Cayetano González

Urkullu pide perdón a las víctimas mientras el PNV se reparte Navarra con ETA

El PNV no ha apoyado nunca las medidas que desde los poderes legítimamente constituidos se han ido tomando a lo largo de estos años para combatir a ETA.

El PNV no ha apoyado nunca las medidas que desde los poderes legítimamente constituidos se han ido tomando a lo largo de estos años para combatir a ETA.

No dudo de la sinceridad personal del lehendakari Urkullu cuando el pasado viernes, en unas jornadas con víctimas del terrorismo, pidió perdón a éstas diciendo: "Asumimos la autocrítica porque debimos reaccionar antes y hacerlo mejor (…) nos ha faltado inteligencia emocional para transmitir lo que más íntimamente sentíamos: la personalización del afecto hacia cada víctima de la injusticia". Pero a un político se le debe juzgar no por sus palabras sino por sus hechos. Y es ahí donde la petición de perdón del lehendakari empieza a flaquear.

Porque el mismo día en que pronunciaba esas palabras, en Pamplona su partido, el PNV, integrado en la coalición Geroa-Bai, llegaba a un acuerdo con una de las marcas de ETA, EH-Bildu, y con Podemos para que el próximo alcalde de la capital navarra sea un miembro de Bildu, desplazando de esa manera al candidato de UPN, que fue, con gran diferencia, el más votado. Y para la Presidencia del Gobierno de Navarra, que recaerá en la candidata de Geroa-Bai, Uxue Barkos, el PNV tendrá que apoyarse también en Bildu. ¿Es compatible pedir sinceramente perdón a las víctimas del terrorismo en San Sebastián y al mismo tiempo pactar con una de las marcas de ETA en Navarra? Parece evidente que no, aunque seguramente para Urkullu lo sea porque, entre otros motivos, considerará que Bildu no es ETA. El cuento de siempre del PNV.

Aunque a los nacionalistas del PNV les moleste que se recuerde este dato que forma parte de la historia, conviene tener presente que ETA nació en 1959 como consecuencia de una escisión en el seno de sus juventudes, tras considerar ese grupo de jóvenes que los dirigentes del partido no eran lo suficientemente contundentes en la lucha contra la dictadura de Franco. Pero a la muerte de éste, y llegada la democracia, ETA siguió matando, al tiempo que el PNV gozó de un poder casi absoluto en el País Vasco.

Arzalluz: el árbol y las nueces

Eran los años en los que el que fuera todopoderoso líder del nacionalismo, Xabier Arzalluz, resumió perfectamente la situación con aquella miserable frase: "Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas". Eran los años en que ETA mataba como a conejos a guardias civiles, policías nacionales, militares o civiles y una parte importante de la sociedad vasca, desde luego la que era nacionalista, permanecía impasible o aducía el "algo habrá hecho". Posteriormente, ETA dio el salto cualitativo –la "socialización del conflicto", lo llamaron ellos– de asesinar a políticos y cargos públicos, eso sí, de los partidos españolistas, PP y PSE –antes lo habían hecho con UCD y AP–, nunca del PNV, para suerte de estos.

El PNV no ha apoyado nunca, así de claro, nunca, ninguna de las medidas que desde los poderes legítimamente constituidos se han ido tomando a lo largo de estos años para combatir a ETA. Siempre puso palos en las ruedas, no votando en el Congreso de los Diputados esas medidas –por ejemplo, la Ley de Partidos– o criticando públicamente las decisiones judiciales que más daño hicieron a ETA: ilegalización de Batasuna, encarcelamiento de su Mesa Nacional, cierre del periódico Egin, etc.

Asimismo, es muy difícil de olvidar lo que hizo el PNV cuando ETA asesinó en julio de 1997 a Miguel Ángel Blanco y en el seno de la sociedad vasca nació lo que se conoció como "el espíritu de Ermua", que no fue otra cosa que la rebelión cívica contra la dictadura nacionalista: la de ETA con las pistolas y la del PNV con el nacionalismo obligatorio que pretendía imponer desde las instituciones. En esa tesitura, el PNV vio peligrar seriamente su hegemonía y optó por irse con ETA a firmar el Pacto de Estella, en lugar de ponerse al lado de los partidos constitucionalistas que estaban siendo más que acosados por la banda terrorista. Todo esto y más cosas que se podrían recordar enmarcan lo que ha sido una inhibición total y absoluta del PNV en la lucha contra ETA.

En mi quehacer profesional, sobre todo en los años que viví y trabajé en el País Vasco, he tenido ocasión de conocer y tratar a muchos dirigentes del PNV, y quiero dejar constancia de que en la mayoría de los casos siempre encontré en ellos una postura ética y moral de rechazo a la violencia de ETA. El problema era la posición política de su partido cuando llegaban los momentos delicados, en los que había que retratarse. Entre esos dirigentes que nunca dudaron de que ETA era un cáncer para el pueblo vasco tengo una especial buena consideración por José Antonio Ardanza, lehendakari entre 1985 y 1999, y Juan María Atutxa, consejero de Interior entre 1991 y 1998, que, como consecuencia de su arrojo y de enfrentamiento con ETA, utilizando como nunca se había hecho hasta entonces a la Ertzaintza para perseguir y detener a los terroristas, la banda intentó atentar contra él en varias ocasiones, sin que afortunadamente consiguieran su objetivo. Luego es verdad que su propio partido le apartó de esa responsabilidad y le buscó la salida de la Presidencia del Parlamento vasco, donde tuvo actuaciones que desdijeron su trayectoria anterior.

Los hijos descarriados del PNV

Volviendo a las reflexiones de Urkullu, insisto en que éstas no son criticables desde el punto de vista de su literalidad y, aunque tarde, muy tarde, bienvenidas sean. Pero no son para nada suficientes para enmendar una trayectoria política, la del partido del lehendakari, muy alejada de lo que hubiese sido deseable y esperable. El PNV no pudo nunca superar el hecho de considerar a los miembros de ETA como sus hijos descarriados, que en su día se fueron de la casa paterna a malgastar la herencia, albergando la esperanza de que algún día decidirían volver.

Las víctimas no quieren ni esperan sólo cariño, afecto, cercanía de las instituciones y de los políticos. Eso lo agradecen, pero lo que fundamentalmente desean es que la muerte de sus seres queridos como consecuencia de la violencia terrorista no resulte en vano; quieren la derrota total y absoluta de ETA y de todo lo que ETA representa, también la derrota de su proyecto totalitario, que quiere llevar adelante en las instituciones en las que está presente; quieren que los terroristas cumplan íntegramente sus penas; quieren que los más de 300 asesinatos que están sin esclarecer se investiguen; quieren que se deje de hablar de "conflicto", cuando lo único que ha habido es una banda que asesinaba y gente inocente que era asesinada por llevar un uniforme o pensar de determinada manera; quieren que haya vencedores y vencidos; quieren, en definitiva, que se cuente la verdad de lo que ha pasado en todos estos años.

Por todo ello, las palabras del lehendakari Urkullu se quedan muy cortas, insisto, no en su literalidad, sino en su dimensión política. De momento, los acuerdos y entendimientos con Bildu en Navarra suponen una nueva afrenta a todas las víctimas del terrorismo y de manera especial a las 42 que fueron asesinadas en el ámbito geográfico de la Comunidad Foral. Víctimas que lo fueron por ser españoles y por defender la libertad y la democracia en una parte del territorio español que a tenor de los pactos alcanzados tras las elecciones del 24-M entre los amigos de ETA y el PNV podrá iniciar en esta próxima legislatura el camino de la integración en Euskadi, uno de los objetivos prioritarios que siempre han tenido tanto los terroristas como del propio Partido Nacionalista Vasco.

El elogio de Ángeles Pedraza

Una última cuestión: la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, debería haber sido muchísimo más prudente en la valoración tan entusiasta y positiva que hizo in situ de las palabras de Urkullu. El respeto a la memoria de las propias víctimas que forman parte de su asociación así lo hubiese requerido. No se puede hablar de un antes y un después en la relación con el Gobierno vasco, sin tener en cuenta todo lo que ha sido la actitud y la trayectoria del PNV durante tantos años de dolor y de sufrimiento. A la señora Pedraza –ya le pasó con el Gobierno de Rajoy cuando éste ganó las elecciones del 2011– le deslumbran con excesiva facilidad los cantos de sirena del poder, aunque en el caso del actual Gobierno del PP acabó reconociendo su error.

Una asociación de víctimas, y con ella su presidenta, por su propia esencia debe marcar distancias con el poder político, ser independiente, gozar de autonomía total. De lo contrario se corre el riesgo de que ese poder te acabe utilizando, aunque para que eso suceda también es verdad que es necesario que uno o una se deje utilizar.

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