Por si alguien tenía todavía alguna duda, está claro que Pedro Sánchez va a por todas. Su decisión –absolutamente escandalosa desde el punto de vista ético y democrático, pero enormemente coherente con su proyecto político e ideológico– de nombrar a la hasta hace unas horas ministra de Justicia, Dolores Delgado, nueva fiscal general del Estado es una muestra muy significativa.
Suele decir Jaime Mayor Oreja –al que habrá que reconocer su acertado diagnóstico, que tanto molesta a la izquierda política y mediática, de lo que estamos viviendo ya en España– que los frentes, como el que ha puesto en marcha Sánchez, no tienen límites morales, legales, éticos y democráticos. Esta es la manera más certera de explicar el nombramiento de Delgado.
En la historia de nuestra democracia, no hay ningún caso de un ministro de Justicia que haya pasado directamente a la Fiscalía General del Estado. Lo que más se aproxima es lo que hizo en 1986 Felipe González, cuando eligió para dirigir el Ministerio Público a quien en ese entonces era ministro de Presidencia, Javier Moscoso. Siendo ese precedente también muy llamativo, no es comparable a lo de ahora, porque un ministro de Presidencia no tiene una relación tan directa con el fiscal general como un ministro de Justicia.
Por ley, los exministros tienen dos años de incompatibilidad para poder trabajar en el sector privado en áreas o empresas que tuvieran una relación directa, de intereses, con los ministerios de los que hubieran sido titulares. Si esa medida tiene toda su lógica en el sector privado, ¿acaso no la tiene para la Administración Pública en un caso tan escandaloso como éste, donde una persona deja de ser ministra para acto seguido ponerse al frente de la Fiscalía General del Estado?
Tampoco es baladí el desprestigio acumulado por la señora Delgado, tras conocerse el indecente contenido de unas conversaciones que mantuvo antes de ser ministra con el exjuez Baltasar Garzón y el comisario Villarejo. Sólo por eso, tenía que haber dimitido, avergonzada.
Pedro Sánchez es coherente con este nombramiento. Si ha pactado con los independentistas de ERC "desjudicializar" el proceso de secesión puesto en marcha en Cataluña, necesita un ariete en la Fiscalía General del Estado para que realice el trabajo sucio. Y el asunto no se quedará ahí. Sánchez y –ya no digamos– Podemos intentarán controlar al máximo el Poder Judicial: desde el nombramiento de vocales en el Consejo General del Poder Judicial hasta la renovación pendiente del Tribunal Constitucional –presidente incluido–, pasando por nombramientos o designaciones de magistrados en diversos estamentos judiciales.
La falta de escrúpulos y de pudor que muestra el presidente del Gobierno con este nombramiento no es más que un síntoma de lo que está por venir. Dentro de unos días, Sánchez se va a reunir con Torra, presidente de una comunidad autónoma que está inhabilitado por un delito de desobediencia y que se niega a abandonar su cargo. La foto de Sánchez con Torra será una bofetada más al Estado de Derecho, a la dignidad y al prestigio de las instituciones. Pero eso a Sánchez le importa un comino, parafraseando a la señora diputada de ERC.
Parafraseando a la madre de los Pagazaurtundua, veremos y oiremos cosas que nos helarán la sangre. Ya estamos en ello, pero esto no ha hecho más que empezar. A ver si se enteran los líderes de los partidos del centro-derecha y se ponen a trabajar en serio en lo que ya es una urgencia nacional: la conformación de una alternativa que esté preparada para hacer frente al Frente que está desde este lunes en el Gobierno de España.