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Cayetano González

Un aurresku en la Moncloa

La sede de la Presidencia del Gobierno ha sido este lunes escenario de un acto institucional que tenía una gran dosis de media verdad y por lo tanto una mentira.

La sede de la Presidencia del Gobierno ha sido este lunes escenario de un acto institucional que tenía una gran dosis de media verdad y por lo tanto una mentira. Se celebraba el mal llamado "fin de ETA", y se aprovechaba la ocasión para agradecer a Francia su colaboración en la lucha contra la banda terrorista. El acto ha terminado con un txistulari y un dantzari interpretando y bailando ante todos los presentes un aurresku de honor, con el lehendakari Urkullu sentado en primera fila. ¿A quién mató ETA? ¿Sólo a vascos? ¿No asesinó también a andaluces, extremeños, gallegos, castellanos, catalanes, valencianos, aragoneses, riojanos, etc.? ¿Se imagina alguien que en la sede de la Presidencia del Gobierno vasco en Vitoria, en el Palacio de Ajuria Enea, se interpretara en un acto similar el himno nacional de España, o, si esto resultara muy fuerte para el lehendakari del PNV, se bailara un chotis o unas sevillanas? Todo absolutamente ridículo, pero significativo. Como significativas han sido también las ausencias y las presencias en el acto.

Ninguno de los dos presidentes del Gobierno del PP, Aznar y Rajoy, quisieron estar presentes. Y hay que decir que han hecho muy bien en no ir, para no dar cobertura a lo que ha sido una escenificación más de un supuesto final de ETA, continuación del acto que tuvo lugar en Cambó el pasado 4 de mayo, organizado por los conseguidores internacionales.

En cuanto a las presencias en la Moncloa, destacó sobre todo la del PNV, a través del lehendakari Urkullu. Que el partido que ha gobernado en el País Vasco desde la Transición –salvo el corto paréntesis del lehendakari Patxi López–, y que ha puesto todos los obstáculos posibles a las medidas que desde el Estado de Derecho se han tomado para derrotar a ETA, quiera apuntarse ahora a la foto del supuesto final de la banda terrorista es, cuando menos, un sarcasmo. Por supuesto, el incansable negociadorZapatero no podía faltar, así como el brazo ejecutor de este proceso, Alfredo Pérez Rubalcaba. El primero fue quien llamó a Otegui "hombre de paz" y el que dio, en 2004, con su proceso negociador, un gran balón de oxígeno a ETA cuando la banda estaba asfixiada. Con ello, muy probablemente, retrasó su final operativo unos años.

Vayamos con la supuesta colaboración de Francia en la lucha contra ETA. En junio de 1996, cuando la banda terrorista llevaba ya casi cuarenta años asesinando a ciudadanos españoles, el ministro francés de Interior, Jean-Louis Debré, visitó en Madrid a su homólogo español, Jaime Mayor Oreja, que acababa de tomar posesión de su cargo en el primer Gobierno de Aznar. El día anterior a esta visita, Mayor Oreja había hecho unas declaraciones en ABC en las que, entre otras cosas, señalaba que Francia era un santuario para ETA. Nada más empezar la reunión, Debré le dijo a Mayor que esperaba que tuviese pruebas de lo que había señalado, porque era una acusación muy grave. El ministro español le contestó que su experiencia en la política, desde que empezó en la UCD vasca en 1977, le llevaba a estar seguro.

Al mes de esa reunión en Madrid, Mayor Oreja devolvió a Debré la visita trasladándose a París. Antes de comenzar la entrevista, el ministro galo le llevó a su colega español a una habitación del Ministerio donde estaba el material incautado a un comando de ETA días antes, en la propia Francia. Entre ese material había varios uniformes de la Policía francesa y algunos carnets falsos de gendarme. Debré le dijo a Mayor Oreja: "Tengo que reconocer que usted tenía razón. La estructura de ETA en Francia es mucho más sólida que, por ejemplo, la del terrorismo islamista".

He traído a colación este sucedido para poner de manifiesto que si en 1996 un ministro del Interior francés ponía en duda que la dirección de ETA se refugiara en y operara desde territorio galo es que algo muy grave había fallado en las décadas anteriores, a pesar de, por ejemplo, los esfuerzos de Felipe González por convencer a Mitterrand o a Chirac de la necesidad imperiosa de que colaboraran con las autoridades españolas para acabar con ETA.

Quienes realmente han acabado con la banda terrorista han sido las Fuerzas de Seguridad del Estado. Recomiendo la lectura del libro Sangre, sudor y paz, donde se relata con todo lujo de detalles la lucha de la Guardia Civil contra la banda terrorista. Es verdad que las autoridades francesas, en un momento determinado, permitieron la actuación de guardias civiles y policías nacionales en suelo francés en labores de seguimiento, información, que fueron determinantes para el éxito de muchas operaciones antiterroristas en suelo galo. El mérito por tanto fue de nuestras fuerzas de seguridad. La colaboración de Francia llegó tarde, aunque vino muy bien. Y si tanto colaboró el país vecino, ¿por qué no ha entregado hasta hoy unos documentos que pueden ser claves para esclarecer algunos de los más de 300 crímenes de ETA que están todavía sin resolver? Es importante contar y conocer la verdad de los hechos tal y como sucedieron, y no como nos los quieren contar quienes pretenden un final de la banda terrorista en el que no haya vencedores ni vencidos.

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