La esperanza blanca para muchos socialistas, Susana Díaz, ha empezado a experimentar en sus propias carnes este pasado domingo, en la localidad leonesa de Camponaraya, las consecuencias de la guerra fratricida que se vivió en el PSOE en el bochornoso Comité Federal del pasado 1 de octubre, y que acabó con la defenestración de su secretario general, Pedro Sánchez.
Muy ingenua sería la lideresa andaluza si hubiese llegado a pensar que la operación Derribo contra Sánchez, en la que ella y los suyos tuvieron un papel fundamental, le iba a salir gratis. En su primer acto preelectoral de cara a las primarias que su partido celebrará en mayo para elegir un nuevo secretario general, Susana Díaz fue recibida por un grupo de militantes que, a tenor del contenido de las pancartas que portaban, lo que se dice muy a favor de ella no estaban: "No es no. Ante el golpe de la mafia, democracia", "No es no. Si nuestro Pablo Iglesias levantara la cabeza…". "No es no. Antes morir de pie que vivir arrodillado" fueron algunos de los piroposque recibió la presidenta de la Junta de Andalucía en su periplo por tierras del Bierzo.
A la espera de que Sánchez confirme oficialmente en los próximos días que se presenta a las primarias, no hace falta ser un lince para saber que en ese "No es no", en el enorme desencanto que produjo en gran parte de la militancia el que al final el PSOE facilitara con su abstención la investidura de Rajoy, radica su fuerza y sus posibilidades de volver a hacerse con la Secretaría General del partido, aunque en los pronósticos previos, y en un hipotético enfrentamiento con Susana Díaz, ésta pueda partir como favorita, al contar con el apoyo casi unánime de la poderosa federación andaluza. Pero ya se sabe que las primarias las carga el diablo, y si no que se lo pregunten a Joaquín Almunia, que todavía se está preguntando cómo le robó la cartera en su día José Borrell.
Muy mal tiene que estar el PSOE para que sus tres opciones de liderazgo a día de hoy sean la de un señor, Pedro Sánchez, que en caso de volver a hacerse con las riendas del partido, lo llevará de nuevo al abismo, porque su objetivo será aliarse con Podemos, con tal de echar al PP del poder; otro señor, Patxi López, cuya inconsistencia política, para todos aquellos que todavía siguen deslumbrados por la aureola que le dio ser lehendakari gracias al apoyo del PP, se seguirá poniendo de manifiesto día a día, camino de las primarias de mayo; y una señora, Susana Díaz, que por pronunciar tres veces seguidas, sin complejos, la palabra España ha conseguido devolver la esperanza a las atribuladas bases socialistas, muy confundidas entre el concepto de nación "discutido y discutible" de Zapatero, el federalismo asimétrico de la Declaración de Granada y la defensa más o menos explícita del derecho a decidir del País Vasco y de Cataluña que el PSE y el PSC toleran.
El PSOE está en una situación crítica, no sólo por la desnaturalización de su proyecto ideológico –algo de lo que Zapatero es el principal responsable-, sino por la ausencia de unos líderes que transmitan solidez y consistencia. Por eso, ante este panorama, me ha parecido muy acertada -y me sumo a ella- la sugerencia que hace este lunes en su columna de El Mundo mi colega y amigo Santiago González:
Lo mejor que podría pasarle al PSOE en circunstancias como las que atraviesa es aplazar las primarias sine die, convertir en permanente la Gestora e inventar un estatus que pudiera cuadrar a Javier Fernández, el único líder capaz de expresarse hoy en ese partido con lenguaje político articulado.
Estoy convencido que muchos militantes socialistas, visto el panorama, también estarán de acuerdo con esta propuesta, que en una versión más popular se podría formular de la siguiente manera: "Virgencita, virgencita, que me quede como estoy".