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Cayetano González

¿Qué pasa ahora con España?

Vienen tiempos duros y complicados para la España que nació con la Constitución del 78.

Es un clásico que en las noches electorales todos ganan y nadie pierde. Este pasado domingo, con la triple cita en las urnas –municipales, autonómicas y europeas–, no fue una excepción, con la única salvedad de Podemos, el gran derrotado. La prueba más evidente es que su líder máximo optó por dar la callada por respuesta; hasta que este lunes no tuvo más remedio que aparecer y reconocer el gran fiasco de su formación.

Pero los demás líderes no fallaron a esa máxima de que todos ganan. Pablo Casado, el que sin duda más se jugaba en términos políticos y personales, se agarró como a un clavo ardiendo a la recuperación del Ayuntamiento de Madrid y al mantenimiento de la Comunidad tras una remontada épica durante el recuento electoral. Daba lo mismo que el resultado del PP a nivel nacional fuera bastante malo, o que en las europeas el PSOE le sacara casi trece puntos de ventaja y ocho eurodiputados. Con el éxito de Madrid, Casado tiene el margen de tiempo que reclamaba y que necesita para intentar reconstruir el centro-derecha, una tarea nada sencilla, que exigirá tiempo y mucha generosidad por parte de todos los afectados.

Pedro Sánchez compareció con un gesto circunspecto. Seguramente ya sabía que el PSOE no gobernaría la Comunidad de Madrid, que era para el líder socialista la joya de la corona. El muy buen resultado en las europeas y el muy aceptable en la mayoría de las comunidades autónomas se vio empañado por la derrota en la batalla de Madrid. En cuanto a Ciudadanos, son de fácil conformar: no dan el sorpasso al PP, que era su principal objetivo, pero se agarran a que han subido, y es verdad, en todas las CCAA, así como en Europa. Por lo que respecta a Vox, también procuraron tapar su indiscutible pinchazo –en las europeas, con circunscripción única, se puso muy de manifiesto– con el hecho cierto de que han irrumpido con diputados en varios parlamentos autonómicos, con concejales en bastantes ayuntamientos y con tres eurodiputados en Bruselas.

Pero esos análisis de los líderes políticos en la noche del pasado domingo no responden a la pregunta clave: ¿y qué va a pasar ahora con España? Porque hay datos muy preocupantes, como, por ejemplo, que los independentistas catalanes siguen teniendo músculo; o que en el País Vasco el eje PNV-Bildu se consolide con una mayoría muy importante, a la par que el constitucionalismo representado por el PP, Ciudadanos y Vox es prácticamente residual. En Navarra, sería un delito de alta traición que el PSOE no facilitara un Gobierno constitucionalista encabezado por Navarra Suma, la coalición integrada por UPN, PP y Ciudadanos. En Baleares, la socialista Armengol podrá seguir llevando a cabo políticas pancatalanistas con el apoyo de Podemos.

Por eso, la euforia que se ha podido producir en el centro-derecha tras conseguir echar a Manuela Carmena del Ayuntamiento de Madrid y retener el Gobierno de la Comunidad no puede impedir ver la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos, fundamentalmente porque sigue en pie el desafío secesionista en Cataluña, el nacionalismo vasco está atento a la pantalla, el nacionalismo gallego ha resurgido, Baleares y la Comunidad Valenciana tienen que seguir siendo dos focos de especial atención, amén de Navarra, donde reitero que el PSOE tiene una responsabilidad histórica a la hora de facilitar un Gobierno foral y español encabezado por Navarra Suma.

Vienen tiempos duros y complicados para la España que nació con la Constitución del 78. Los resultados del domingo pueden ser un dique de contención y un aviso serio a Pedro Sánchez, en el sentido de que no tiene la mayoría social y política suficiente para hacer lo que se le antoje. El reparto del poder territorial y municipal que salió de las urnas el domingo actuará de contrapeso.

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