¿Qué ha pasado para que el funcionario de prisiones y militante del PP José Antonio Ortega Lara -que permaneció secuestrado por ETA 532 días con sus 532 noches, entre enero de 1996 y junio de 1997, en un inmundo agujero construido en el subsuelo de una nave industrial de Mondragón- primero se diera de baja de su partido (en el 2008) y hace unos días apareciera públicamente como uno de los fundadores e impulsores de la nueva formación política Vox?
¿Qué ha pasado para que aquel Ortega Lara que le dijera con un hilillo de voz que todavía conservaba, a pesar de su largo cautiverio, al entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, en el despacho del jefe del cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo, a las cinco horas de haber sido liberado por la Benemérita en la madrugada del 1 de julio de 1997: "Ministro, ya se lo decía a mis secuestradores: no perdáis el tiempo y matadme ya porque estoy seguro de que este Gobierno no va a ceder a vuestro chantaje"; qué ha pasado, digo, para que Ortega Lara piense que el actual PP no es el mismo que el de entonces en cuestiones tan clave como la lucha antiterrorista o la defensa de la Nación frente a los que quieren su ruptura?
¿Qué ha pasado para que Ortega Lara esté fuera del PP, en otro partido, mientras que uno de sus secuestradores, Josu Bolinaga, esté también fuera, en este caso de la cárcel, merced a una decisión estrictamente política del Gobierno de Rajoy, cuando hace año y medio el Ministerio de Interior le concedió el tercer grado penitenciario, so capa de que padecía una enfermedad terminal?
¿Cómo es posible que ni Rajoy ni nadie de la cúpula del PP se den cuenta de que la baja como militante del PP de Ortega Lara hace cinco años y su apoyo actual a otro partido son todo un síntoma de que las cosas las han hecho mal, muy mal, rematadamente mal en este terreno?
Ha dicho la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que Ortega Lara "siempre ha sido, es y será una figura muy respetada, querida y admirada en el PP". Se equivoca de plano Cospedal: ese respeto, cariño y admiración a Ortega Lara es algo que sentimos todos los españoles de bien y no sólo los militantes o votantes del PP, porque Ortega Lara es todo un símbolo y un referente de la decencia, de la resistencia moral y de la lucha por la libertad frente al totalitarismo de ETA. Ortega Lara, al igual que todas y cada una de las víctimas del terrorismo, es patrimonio de todos los españoles, de todos los ciudadanos que durante tantos años han sufrido el dolor causado por los asesinatos de la banda terrorista. Por lo tanto, habría que decirle a la número dos del PP que menos palabras vacías, menos palmaditas en la espalda a Ortega Lara y más respeto a la Memoria, a la Dignidad y a la Justicia que exigen y que se merecen todas las víctimas del terrorismo.
Además, el desencanto que ha tenido Ortega Lara con su ya expartido no es el único caso conocido. Por ejemplo, ese mismo desencanto o mayor por la política antiterrorista y de apaciguamiento de los nacionalismos seguida por Rajoy fue lo que llevó en su día a María San Gil a tomar la radical decisión de dejar la política e irse a su casa. El mismo desencanto que tienen la viuda y la hermana de Gregorio Ordóñez, Ana Iríbar y Consuelo Ordóñez, u otra víctima del terrorismo como Ana Velasco Vidal Abarca, impulsora también junto a Ortega Lara del nuevo partido Vox, o tantas y tantas víctimas del terrorismo que no podían ni imaginarse que con un Gobierno del PP tuvieran que ver y soportar las cosas que han sucedido en los últimos meses.
Y, sobre todo, el desencanto con la política seguida por Rajoy en la lucha contra ETA -que no ha sido otra que continuar la hoja de ruta pactada por Zapatero con la banda terrorista- lo tienen muchos votantes del PP que no entienden cómo se ha podido llegar hasta aquí. Por eso, el llamamiento hecho por Esperanza Aguirre a la dirección de su partido para que tienda todos los puentes posibles para recuperar a militantes como Ortega Lara no tiene ninguna posibilidad de éxito, entre otras razones porque no habrá sido ni escuchado. Rajoy y su entorno, lo ha dicho él, están sólo en la economía. En los próximos meses serán los ciudadanos, con su voto en las diversas citas electorales previstas, los que juzguen los comportamientos de unos y de otros.