El fin de semana del 23 al 25 de enero el PP celebró en Madrid una convención nacional, subterfugio empleado por los populares para huir de los congresos como de la peste, porque estos son más incómodos, hay que votar ponencias, ejecutivas, algo que siempre es un poco molesto si la idea que se tiene de la democracia interna es la que anida en las personas que dirigen, es un decir, al actual PP. A las convenciones se va únicamente a escuchar y a aplaudir al líder para que la cosa quede aseadita en los telediarios.
En el acto de apertura de esa convención tuvo a bien intervenir –fue invitado personalmente a ello por Rajoy– el presidente de honor del PP y expresidente del Gobierno, José María Aznar, que llevaba una larga temporada siendo muy crítico, en privado y en determinadas ocasiones en público, con la política seguida por el Ejecutivo y por tanto con su Presidente, que, dicho sea de paso, conviene recordar que fue designado por él mismo como su sucesor el último día de agosto de 2003.
En su intervención, Aznar planteó dos preguntas que fueron como sendos golpes bajos al auditorio que le escuchaba: ¿dónde está el PP?, ¿aspira el PP realmente a ganar las elecciones? En la primera fila se sentaban los Rajoy, Cospedal, Arenas, Floriano de turno. Entre el público asistente, todos cargos públicos del partido, los más bullangueros a la par que despistados contestaron con un "aquí" a la primera pregunta y con un "sí" a la segunda, aunque no hubo demasiada convicción en esas respuestas.
Pasados ocho días del monumental batacazo que se dio el PP en las elecciones municipales y autonómicas, el fondo de las dos preguntas planteadas por Aznar tiene toda la actualidad. Y habría un tercer interrogante que no formuló el expresidente pero que, en vista del espectáculo dado por Rajoy en los días postelectorales, se podría también hacer: ¿alguien manda en el PP?
Si nos atenemos a lo manifestado por Rajoy en la rueda de prensa que ofreció veinticuatro horas después de las elecciones, el PP ganó éstas sólo por el hecho de que fue el partido más votado, aunque su porcentaje de voto se quedara en el 27%, sólo dos puntos por encima del segundo, el PSOE. El hecho de perder dos millones y medio de votos respecto a las elecciones de municipales de hace cuatro años; el de no haber revalidado ninguna mayoría absoluta en las comunidades autónomas que venía gobernando, lo que le llevará a abandonar el poder en Valencia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón, Baleares y Cantabria; el de ser un partido absolutamente irrelevante en comunidades como Cataluña, País Vasco o Navarra y el de perder muy probablemente alcaldías como las de Madrid, Valencia, Sevilla, La Coruña, Santiago, Huelva, Oviedo o Alicante, no influyeron en el análisis de Rajoy.
En cuanto a dónde está el PP, y de acuerdo también con lo manifestado por su actual líder máximo, está centrado en una única y exclusiva tarea: la recuperación económica, sin aceptar que una parte importante de los ciudadanos que lo han dejado de votar lo han hecho por la renuncia de Rajoy, de su Gobierno y de su partido a hacer una cosa que se llama Política, con mayúscula; por la renuncia a seguir manteniendo los valores y las ideas que hicieron en su momento al PP ser el partido que aglutinó a todo el centroderecha.
Respecto a la tercera pregunta, "¿alguien manda en el PP?, no formulada por Aznar pero sí por lo que ha sucedido tras las elecciones, la respuesta es sencilla: no, no manda nadie, y se transmite la impresión de que el pánico se ha adueñado de la tripulación ante lo que puede suceder en las generales de fin de año. Rajoy manifestó el pasado lunes que no pensaba hacer cambios ni en el Gobierno ni en el partido, declaración de intenciones que tuvo que tragarse en su integridad cuando, al día siguiente, el presidente de Castilla y León le pidió que se mirase al espejo antes de decidir si quería seguir siendo el candidato en las generales y los presidentes de Aragón, Baleares y Valencia anunciaron su retirada. Mientras tanto, el entorno sorayo filtró a tres medios muy determinados –El País, El Mundo y La Vanguardia– la defenestración de la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, que no ha conseguido revalidar la mayoría absoluta en Castilla-La Mancha.
Por lo tanto, Aznar –que por cierto no ha hecho públicamente ninguna valoración del resultado electoral– ya tiene las respuestas a las dos preguntas que planteó en la convención de su partido. El problema es que, al ritmo que va el PP, en la próxima reunión o sarao al que le inviten podría plantear una doble pregunta: ¿por qué tuve tan poca vista, Mariano, al designarte mi sucesor y no darme cuenta de que ibas a llevar el partido que con tanto esfuerzo refundé en 1990 al suicidio político?, ¿qué hay que hacer para que se regenere el PP cuanto antes y vuelva a ser el partido que represente al electorado de centroderecha capaz de plantar la batalla ideológica a la izquierda y a los nacionalismos?