Pablo Casado lleva veinticinco meses al frente del PP, después de ganar unas primarias en las que derrotó a Soraya Sáenz de Santamaría. Se hizo cargo de un partido hecho unos zorros gracias a Rajoy y desalojado del poder, en buena medida gracias también a Rajoy. Es importante tener en cuenta de donde se viene, para analizar a donde se quiere ir.
Casado no lo tenía, y no lo sigue teniendo, nada fácil. Su victoria en las primarias fue recibida con bastante recelo por los "marianistas" que eran numerosos dentro del aparato del partido. Algunos decidieron irse a casa, otros se adaptaron al terreno, a los nuevos tiempos. Ese no era el caso de Cayetana Álvarez de Toledo, que se había ido antes de todo eso por su profundo desacuerdo con el rumbo del PP de Rajoy. Cayetana fue recuperada por Casado para la portavocía en el Congreso, una tarea muy relevante, sobre todo si eres el principal partido de la oposición. Aquella apuesta personal de Casado fue vista como lo que realmente era: una vuelta a la defensa de los valores, de las ideas que hicieron al PP gobernar en España bajo la presidencia de Aznar y un rechazo a la época de Rajoy donde, en palabras de una persona que tuvo hace años importantes responsabilidades en la Administración y que actualmente ocupa un escaño de diputado, "el PP quedó reducido a un detritus burocrático mal organizado".
No está el PP sobrado de personas como Cayetana Álvarez de Toledo. Muy pocos, incluso quienes dentro de su partido la apreciaban poco, podrán discutir que ha demostrado con creces ser una brillante parlamentaria, con ideas, con talento, con coraje, con valentía, sin complejos para defenderlas ante la izquierda social comunista que gobierna. Entonces, si eso es así, ¿por qué la cesa Casado? ¿Por un problema de deslealtad como se ha explicado desde Génova?, ¿por ir por libre?, ¿por ser un verso suelto? No parecen argumentos sólidos para justificar una decisión de ese calado. Una de las misiones de un líder, y Casado tiene que serlo en el PP como en su momento lo fue Aznar, es conseguir integrar a personas y sensibilidades distintas. Porque si no es capaz de lograr eso en su propia casa, la pregunta es obvia: ¿por qué hay que pensar que lo va a hacer con los que están fuera del PP, con aquellos con los que necesita entenderse, llegar a acuerdos para ganar unas elecciones?
Casado tiene, políticamente hablando, un futuro complicado. Para ganar unas elecciones y tener posibilidades de gobernar, hay que estar en el entorno de los diez millones de votos. En las últimas elecciones generales, el PP logró cinco millones. El resto se repartieron entre VOX (3,7) y Ciudadanos (1,7). Si la estrategia actual del PP, como parece ser, es la de intentar recuperar todos esos votos que se fueron a las formaciones de Abascal y Arrimadas, el resultado será que Sanchez seguirá en la Moncloa durante bastante tiempo, lo cual es una pésima noticia para España.
La alternativa al actual gobierno social-comunista pasa por un entendimiento de las tres formaciones que están en el centro-derecha, y fundamentalmente entre el PP y VOX, ya que la viabilidad de futuro de Ciudadanos es una gran incógnita. Por cierto, Cayetana no era precisamente una "entusiasta" del entendimiento con Vox sino más bien con Ciudadanos. Sin embargo, su cese puede tener el efecto de fidelizar el voto procedente del PP a los de Abascal, sobre todo si esa destitución se interpreta como una vuelta al rajoyismo puro y duro: no moverse, centrarse solo en la economía, no dar la batalla de las ideas, dejar que el tiempo pase esperando el desgaste del contrario…Ese camino ya lo recorrió el PP de Rajoy con el resultado de todos conocido. La defenestración de Cayetana no es un buen presagio de lo que puede suceder en el PP, y más bien suena a una rectificación que se ha hecho Casado a sí mismo, bien por propia voluntad o presionado por su entorno más cercano y por algunos barones regionales.