Cuando en la noche del próximo día 25 el PP y el PSOE cuenten los votos que han sacado en las elecciones europeas –todas las encuestas les dan a la baja, con una ligera ventaja de los populares–, aparte de hacer, como siempre, una valoración lo más favorable a sus intereses posible, y que poco tendrá que ver con la objetividad de las cifras, empezarán a pensar en las siguientes elecciones con fecha fija en el calendario: las municipales y autonómicas (en trece comunidades) de la primavera del próximo año.
El PP y el PSOE se la juegan en esas elecciones de dentro de un año, que además tendrán lugar seis meses antes de las generales, en principio previstas para noviembre de 2015. Y si hay una plaza electoral con un alto significado político, esa es Madrid: tanto el ayuntamiento de la capital como la comunidad. En ambas instituciones gobierna el PP desde hace bastante tiempo, pero las encuestas apuntan a que esa hegemonía puede estar llegando a su fin.
El largo puente de cuatro días que ha disfrutado la capital de España –¿no había prometido el Gobierno de Rajoy suprimir estos acueductos tan largos?– ha estado animado, en lo político, por la encuesta que publicó El País el pasado día 2, fiesta de la Comunidad, en la que vaticinaba que en el Ayuntamiento un pacto PSOE-IU podría arrebatar la alcaldía al PP. En cuanto a la Comunidad, se destacaba que, ante la falta de mayoría tanto del PP como de la suma de socialistas y comunistas, los escaños de UPyD serían decisivos.
Lo que pase en Madrid en unas elecciones municipales y autonómicas no tiene por qué repetirse miméticamente en unas elecciones generales, pero qué duda cabe de que si en mayo del año que viene el PP pierde la importante plaza de Madrid, y a eso se une la también casi segura pérdida de la no menos importante plaza de Valencia, el panorama para Rajoy y los suyos pensando en las próximas elecciones generales se volvería bastante negro.
Al futuro incierto que para los populares dibujan las encuestas se une el morbo de saber quiénes serán las personas que encabecen las candidaturas para la alcaldía de la capital y para la comunidad. Un morbo que se incrementa por las formas tan personalistas que Rajoy ha utilizado tanto para designar a otros candidatos y por el tiempo que se ha tomado para hacerlo. Baste recordar lo que sucedió en Andalucía hasta que el dedo del presidente del PP se posó sobre la cabeza de Juan Manuel Moreno Bonilla y con la designación de Miguel Arias Cañete para encabezar la lista popular a las elecciones europeas.
En cuanto al Ayuntamiento de Madrid, parece que hay un consenso en que la mejor candidata del PP, es decir, la que más posibilidades tendría de conseguir la mayoría absoluta, es Esperanza Aguirre. Todos los demás candidatos, incluida la actual alcaldesa, Ana Botella, no garantizan eso. En esa tesitura, y sabiendo la mala relación que existe entre ambos personajes, ¿pedirá Rajoy a Aguirre que se presente?; y si no lo hace, ¿será la expresidenta de la Comunidad de Madrid quien dé un paso al frente y se ofrezca? Por otro lado, conociendo a Rajoy, le costará un potosí apartar a Ana Botella si esta quiere -y parece que quiere- ir de cabeza de lista: primero, porque tiene una buena relación personal con ella, y segundo, porque es la mujer de Aznar, con el que la relación no es nada buena, y si la quita, siempre se podría decir que lo ha hecho por esa circunstancia.
En cuanto a la Comunidad, quizás la candidatura del actual presidente, Ignacio González, despierte menos dudas que la del Ayuntamiento y tenga por eso más posibilidades de ser el cabeza de cartel. Al fin y al cabo es una persona que conoce perfectamente el funcionamiento de la Administración –ha sido vicepresidente y consejero con Esperanza Aguirre durante muchos años–, y su gestión en estos casi dos años no ha sido mala.
La paradoja que se puede dar en esas elecciones en Madrid es que el PSOE pueda auparse al Gobierno del Ayuntamiento de la capital y de la Comunidad consiguiendo unos pésimos resultados, tal y como reflejan las encuestas y con un líder regional, Tomás Gómez, al que ni los suyos le valoran positivamente. Pero los vasos comunicantes en la izquierda funcionarán y casi todos los votos que pierdan los socialistas madrileños irán a parar a IU. En ese supuesto, la coalición PSOE-IU para gobernar Madrid sería un adelanto de lo que podría pasar tras las próximas elecciones generales si el PP, aun siendo el partido más votado, se queda lejos de la mayoría absoluta.
Todo lo anterior, sin contar con el papel que pueda desempeñar UPyD, cuyos resultados en Madrid capital y en la Comunidad vienen siendo buenos, y con los votos que pueda arrebatar al PP la nueva formación Vox. Este será uno de los datos que habrá que mirar con detenimiento en la noche del próximo 25-M.