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Cayetano González

Esperando al PSOE

Cuesta pensar que Iglesias no haya recapacitado tras el gran error estratégico que cometió al negarse a apoyar la investidura de Sánchez.

Tras los Congresos del PP y de Podemos, celebrados este pasado fin de semana, y del de hace unos días de Ciudadanos, queda por despejar una incógnita importante para completar el puzle político: quién será la persona que lidere el PSOE a partir de junio. Si es Pedro Sánchez, las posibilidades de acuerdo del PSOE con Podemos y con los partidos independentistas catalanes son mayores que si la Secretaría General queda en manos de Susana Díaz, quien, por otra parte, sigue sin confirmar si dará el paso, muy incómodo para ella, de enfrentarse en unas primarias con alguien que se presenta como el candidato de la militancia gracias al "No es no" a Rajoy, que mantuvo hasta el final.

Es verdad que si Errejón hubiera ganado su batalla contra Iglesias, el entendimiento con un PSOE liderado por Sánchez, incluso por Susana Díaz, tendría muchas menos aristas que con un Podemos donde Iglesias es desde este domingo el auténtico comandante en jefe. Pero cuesta pensar que el reforzado líder de Podemos no haya recapacitado tras el gran error estratégico que cometió hace ahora casi un año al negarse a apoyar la investidura de Sánchez. Aquella fue la gran ocasión perdida por la izquierda para desalojar al PP del poder. De los errores, incluso un sobrado como Pablo Iglesias aprende, y si volviera a presentarse la posibilidad de pactar con el PSOE para echar a la derecha del poder, no la dejaría pasar.

Ahora la pelota está en el tejado del PSOE, de sus militantes, que dentro de tres meses tendrán que elegir en primarias un nuevo secretario general. Sánchez tendrá otros defectos, pero no el de ocultar cuáles son sus intenciones: "Quiero unir primero al PSOE para luego unir a la izquierda y echar a la derecha del poder", dijo hace unas semanas en el acto de Dos Hermanas en el que anunció públicamente su candidatura. Si sólo se tratara de una declaración de intenciones, se podría poner en entredicho. Pero es que ya intentó ese pacto con Podemos y con los partidos independentistas catalanes tras las elecciones generales de junio del año pasado. Y estuvo tan a punto de conseguirlo, que eso fue precisamente lo que precipitó la rebelión de los barones, con Susana Diaz a la cabeza, que acabó en su defenestración en el Comité Federal del pasado 1 de octubre.

Con un Podemos radicalizado y haciendo política más en la calle que en las Instituciones, el PSOE tiene que decidir dónde quiere estar y qué quiere hacer: volver al espacio de la socialdemocracia, del centro-izquierda, y plantar cara al proyecto de Podemos o jugar a ser un Podemos Bis. En este segundo supuesto, el desastre electoral estaría asegurado, porque entre el original y la fotocopia la gente siempre elige lo primero.

Con este panorama, quien se fuma un puro es Rajoy. En los últimos tiempos se ha permitido decir –la última vez, en el Congreso de su partido– que se encuentra con fuerzas para seguir tanto al frente del partido como, si los ciudadanos le dan su confianza, del Gobierno. Lo de menos es si tiene un proyecto político claro, que no lo tiene; si su partido ha perdido gran parte de las esencias fundacionales, que las ha perdido; si se ha quedado gente valiosa en el camino, que se ha quedado; si la democracia interna sigue siendo muy escasa, que lo sigue siendo. Lo de más es que le ha cogido gusto al poder, que quiere ser el presidente con más años en la Moncloa; que nadie le tose internamente y que hará, literalmente, lo que le dé la gana.

Esperará a ver si el PSOE "sale del lío", en expresión muy rajoyesca. Y si no lo hace, o comprueba que no hay nada que hacer con quien lidere a los socialistas a partir de junio, convocará en otoño o a comienzos de 2018 unas nuevas elecciones generales, donde las encuestas no dan nada mal al PP. Y entonces se volverá a fumar otro puro en la Moncloa.

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