Reconozco que me hubiera gustado presenciar in situ la perfomance llevada a cabo la pasada semana por el artista granadino Omar Jerez, cuando, simulando haber sufrido un atentado terrorista –cara y manos ensangrentadas, ropa hecha jirones– y portando un supuesto cadáver envuelto en una manta térmica, recorrió varias calles de la parte vieja de San Sebastián, lugar emblemático donde los haya para los simpatizantes de ETA y donde atreverse a entrar sin ajustarse, al menos en el aspecto externo, al perfil abertzale conlleva bastantes riesgos.
Pero me conformaré con imaginar las caras de asombro primero y de rabia después de todos esos dueños de bares, restaurantes, establecimientos varios y vecinos en general que durante tantos años han hecho de esa parte vieja de la bella Easo un coto vedado, un territorio comanche, sólo transitable y habitable para los suyos.
Porque en esa parte vieja ETA asesinó en la década de los noventa a tres personas. El atentado más conocido fue el perpetrado el 23 de enero de 1995 contra el presidente del PP de Guipuzcoa, Gregorio Ordóñez, cuando comía en compañía de algunos colaboradores suyos, entre ellos María San Gil, en el bar La Cepa. Pero es que dos años antes, el 19 de enero de 1993 –víspera de la fiesta de San Sebastián y a punto de iniciarse la popular Tamborrada– la banda terrorista asesinó al empresario y exjugador de la Real Sociedad José Antonio Santamaría, mientras cenaba con un grupo de amigos en la conocida sociedad gastronómica Gaztelupe. En otra sociedad gastronómica ubicada en esa parte vieja, la Unión Artesana, fue asesinado otro empresario guipuzcoano, José Manuel Olarte, el 27 de julio de 1994.
El gesto de Omar Jerez tiene el simbolismo de haberse atrevido a introducirse en lo que podría ser considerado el epicentro del apoyo social a ETA, aunque no es el único, porque tampoco se quedan atrás, en lo que a ambiente favorable a la banda terrorista se refiere, localidades guipuzcoanas como Mondragón, Ordicia, Lasarte o Hernani.
En unos tiempos en que todo ese mundo que algunos llaman ahora la izquierda abertzale está tan crecido, y tiene claros motivos para estarlo, después de la legalización por parte del Tribunal Constitucional de Sortu, después de la vuelta a las instituciones, después de conseguir gobernar en Guipuzcoa, en San Sebastian y en muchos mas ayuntamientos vascos y navarros, que un actor, “españolazo” dirían ellos a modo de insulto, les dé esa lección de dignidad moral, les abofeteé en sus propias narices denunciando de una forma tan clara su inmoralidad al no condenar los crímenes de ETA, supone al menos un motivo de satisfacción y, lo que es mas importante, un homenaje in situ a todas las víctimas del terrorismo y a todos los que en San Sebastián han tenido que soportar la chulería de muchos de los habitantes de esa zona de la ciudad.
Entre la foto de Omar Jerez con su perfomance por la parte vieja de San Sebastián y la de las hijas de Eguiguren y Otegui recibiendo un premio concedido por el Ayuntamiento de Guernica a sus padres por su supuesta contribución al mal llamado “proceso de paz” impulsado por Zapatero, no hay duda. La dignidad y el respeto a la memoria de las 858 personas asesinadas por ETA están en la primera instantánea. En la segunda, además de una miserable utilización de dos niñas menores de edad, lo que se encuentra es el intento por parte de sus progenitores de plasmar ese falso relato de lo que ha sucedido en el País Vasco, donde ellos no quieren que haya vencedores ni vencidos.