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Cayetano González

En la muerte de Txiki Benegas

Fue una pena y un error que no luchara por desplazar al PNV de la Presidencia del Gobierno vasco.

Fue una pena y un error que no luchara por desplazar al PNV de la Presidencia del Gobierno vasco.
EFE

En la trayectoria política de José María Txiki Benegas hay claros y oscuros, aunque sinceramente creo que podemos encontrar más de los primeros que de los segundos. La foto de Benegas portando en el periodo de la transición política una pancarta en una manifestación en favor del derecho de autodeterminación del País Vasco, siendo ya dirigente de los socialistas vascos, fue sin duda un grave error, un pecado de juventud de este prohombre socialista que nos acaba de dejar.

Hay otra foto menos recordada que la anterior que lo sitúa en el polo opuesto. Fue tomada en abril de 1980 en el campo de Atocha, donde entonces jugaba la Real Sociedad. En ella aparece Benegas acompañando al empresario Juan Alcorta, que días antes había escrito una carta pública a ETA en la que manifestaba su decisión de no pagar el mal llamado impuesto revolucionario que le había pedido la banda terrorista.

Txiki Benegas se curtió en la vida política en los años más duros del País Vasco. En los años en que ETA asesinaba o ponía una bomba casi a diario y en que el PNV era omnipresente en todos los ámbitos de la sociedad vasca, y nadie le discutía esa posición de preeminencia.

Por eso fue una pena y un error que tras las elecciones autonómicas de noviembre de 1986, en las que el PSE, con él como candidato, obtuvo 19 escaños, por 17 del PNV –que acababa de sufrir una traumatica escisión que dio lugar al nacimiento de Eusko Alkartasuna–, no batallara por llegar a Ajuria Enea, donde al final acabó instalándose el peneuvista José Antonio Ardanza. Tuvieron que pasar casi veinte años para que otro socialista, Patxi López, fuera lehendakari, gracias al apoyo del PP.

Hace unos años tuve la oportunidad de preguntar a Txiki si era verdad que había sido Felipe González el que le obligó a renunciar a ser lehendakari y a apoyar a sus amigos del PNV, como le soltó el propio González a Nicolás Redondo Terreros durante un mitin en Baracaldo durante la campaña electoral de las elecciones vascas de 2001.

Aunque Benegas me lo desmintió, sin embargo me dio a entender que en el fondo Felipe –y tengo para mí que él también– pensaba que no era el momento políticamente oportuno para desbancar al PNV de la Presidencia del Gobierno vasco. Los socialistas sí formaron parte de un Gobierno de coalición con el PNV, del que Benegas no fue miembro, dejó ese papel a Ramón Jáuregui.

A Benegas le gustaba más estar en la cocina de los pactos y de los acuerdos con los nacionalistas. Y en ese papel encontró en el PNV alguien con quien se entendía a las mil maravillas: Xabier Arzalluz. Benegas y Arzalluz podían discutir horas y horas, pero al final casi siempre llegaban a un acuerdo. Había una tradición y una cultura de entendimiento entre nacionalistas y socialistas en la República y en los Gobiernos del lehendakari Aguirre que siempre pesó mucho en los dos interlocutores. También hubo una magnífica sintonia entre el lehendakari Ardanza y el dirigente del PSE, lo que facilitó, por ejemplo, la firma del Pacto de Ajuria Enea para hacer frente a ETA.

Posteriormente Benegas dejó la primera línea de la política vasca y se vino a Madrid, donde fue durante varios años número tres del PSOE, con una perfecta sintoniza con el dos, que era Alfonso Guerra, y con "el One", como él mismo llamaba a Felipe González. Después entró en un período de postración política, pero su partido siempre le guardó un lugar de salida en las candidaturas al Congreso de los Diputados, hasta el punto de ser, en el momento de su fallecimiento, el diputado que llevaba más años en la Cámara Baja.

Descanse en paz Txiki Benegas.

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