Si en España hubiera unos usos democráticos homologables a los de una democracia madura, y si en la Moncloa habitara un presidente que priorizara, no sus intereses personales, sino los del país, los ciudadanos seríamos convocados antes del verano a las urnas para elegir unas nuevas Cortes Generales. de las que saldría un nuevo presidente del Gobierno y un nuevo Ejecutivo.
El actual Gobierno, con su jefe a la cabeza, y el partido que lo sustenta están abrasados. No son capaces de aprobar los Presupuestos para este año, y mejor no pensar en el precio que tendrían que seguir pagando al PNV para conseguir su apoyo. En Cataluña no saben qué hacer para salir de la parálisis institucional, del esperpento en que han metido a las instituciones catalanas Puigdemont y sus amigos. Las relaciones de Rajoy y del PP con quien les apoyó en la investidura, Ciudadanos, son manifiestamente mejorables. Los casos de corrupción, con sus correspondientes procesos judiciales, convenientemente caldeados por las televisiones del agitprop, acosan un día sí y otro también al PP...
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, los podemitas han movilizado a un sector social importante, el de los pensionistas, especialmente sensible a la hora de ir a las urnas. Los saca a la calle para, con el apoyo de La Sexta, montar un auténtico acoso al Gobierno. No seré yo quien derrame una sola lágrima por el hecho de que la televisión que en el verano de 2012 fue favorecida por este Gobierno sea desde hace tiempo la punta de lanza contra el mismo. El argumento esgrimido en aquel momento por la vicepresidenta Soraya, la pluralidad informativa, para justificar la fusión de Antena 3 y La Sexta producen auténtica risa al contemplar lo que ha sido el devenir del canal de Ferreras. Pero, como dice el refranero popular: si no quieres caldo, toma dos tazas.
¿Convocará Rajoy elecciones anticipadas? Si de él depende, y constitucionalmente es una facultad que sólo a él corresponde, no lo hará. El estado natural del presidente es no complicarse la existencia, no hacer nada, dejar que pase el tiempo y de esa manera agotar la legislatura. ¿Por el bien de España?, ¿por el de su partido? No, simplemente piensa en sí mismo. Cierto es que ningún presidente convoca elecciones para perderlas. Y en estos momentos la encuestas pintan mal para el PP, partido al que no le sonríe ningún estudio demoscópico, ni los de La Razón, lo cual ya de por sí debería ser una clara señal de alarma para los populares. Pero esa resistencia natural de cualquier presidente a adelantar una convocatoria electoral si las encuestas no le son favorables puede ser letal en el caso de Rajoy, porque nada hace pensar que el proceso de declive, de desgaste, de derrumbe del PP no se vaya a agravar en los próximos meses.
Desde un punto de vista partidista, a Rajoy le interesa que primero tengan lugar las municipales, las autonómicas y las europeas, en la primavera del año que viene, aunque nada le garantiza que en esas citas electorales su partido vaya a salir globalmente bien parado. A Ciudadanos e incluso al PSOE no les importaría un adelanto de las generales. Y a Podemos le puede resultar indiferente, porque sus perspectivas son malas, independientemente de la fecha.
Mi apuesta es que, aunque España necesita un cambio, un nuevo Gobierno, un nuevo liderazgo político, sobre todo para hacer frente al desafío secesionista en Cataluña, Rajoy se resistirá todo lo que pueda al adelanto electoral, aunque eso suponga que el proceso de demolición del PP siga su lenta pero implacable marcha. Eso, a estas alturas de la vida, no parece que le preocupe en exceso al inquilino de la Moncloa. Él es muy suyo y los suyos, perdón por la redundancia, se lo han permitido y aplaudido durante mucho tiempo. Por lo tanto, que cada palo aguante su vela.