Si alguien tenía alguna duda que lo mejor para el PP era que ganara Pablo Casado el proceso de elección interna, basta que repase los dos discursos más lamentables que se pronunciaron en el Congreso extraordinario que los populares celebraron el pasado fin de semana. Me refiero al que hizo Rajoy el viernes por la tarde en su despedida y al de Soraya Sáenz de Santamaría el sábado por la mañana en la presentación de su candidatura.
Lo de Rajoy no es que sorprenda en exceso, porque su autocomplacencia, la inmejorable opinión que tiene de sí mismo, lleva a eso: a que en la hora del adiós haga una intervención, que junto a las loas absolutamente desproporcionadas de quienes le precedieron en el uso de la palabra, diera algo de vergüenza ajena.
Reafirmarse –como hizo el ya ex –presidente del PP- que en Cataluña actuó correctamente con la aplicación light del artículo 155, o que en el caso de ETA dijera que "hemos derrotado a la banda terrorista a cambio de nada", sin hacer la más mínima autocrítica en el primer caso a los dos referéndums ilegales que se llevaron a cabo, a la huida de Puigdemont a Bélgica; o en el caso de ETA, a que no pidiera perdón por la puesta en libertad que él y su gobierno impulsaron del etarra Bolinaga, demuestran hasta qué punto era necesario que Rajoy se fuera a Santa Pola urgentemente, eso sí, permitiendo, al no dimitir antes de la votación de la moción de censura, que Pedro Sánchez llegara a la Moncloa.
En el caso del discurso de Soraya, quedó en evidencia su absoluta vaciedad ideológica en el más puro estilo continuista de quien la nombró y la mantuvo durante siete años en la vicepresidencia del Gobierno. El "numerito" del abanico con la bandera de España fue de aurora boreal; volver a reivindicar su condición de mujer para ser la elegida por los compromisarios puso de manifiesto su falta de argumentos de peso, y su mezquindad al omitir los nombres de Esperanza Aguirre y Maria Dolores de Cospedal en la relación de mujeres del PP que han ocupado cargos institucionales importantes, dejó bien a las claras sus rencores, sus complejos y su sectarismo.
Por eso el discurso vibrante y lleno de contenido de Pablo Casado contrastó tanto con los dos anteriores. Realmente se lo habían puesto fácil, pero había que atreverse a hacerlo. Y Casado lo hizo, con brillantez y, sobre todo, con la ilusión y la fuerza que necesitaban no sólo los compromisarios presentes en el auditorio-sauna que les prepararon, sino también muchos militantes y no digamos los miles de votantes del PP que se habían ido o estaban dispuestos a hacerlo en las próximas citas electorales, caso de que Soraya hubiese sido la ganadora y el partido continuara en la senda "marianista".
El nuevo presidente del PP tiene por delante una tarea hercúlea. Primero debe acertar en la elección de su equipo de confianza, el llamado "núcleo duro", empezando por el secretario o secretaria general. Luego tendrá que rearmar ideológicamente a un partido que en los años que ha estado Rajoy al frente, y fundamentalmente desde el Congreso de Valencia de 2008, se ha ido convirtiendo en una maquinaria burocrática cuyo objetivo principal era ganar elecciones para "estar" en el poder, pero no para influir y transformar la sociedad.
De lo que no cabe ninguna duda es de que el triunfo de Pablo Casado ha devuelto la esperanza a que el centro-derecha en España, del que el PP ha sido su referente en los últimos veintiocho años, tenga la posibilidad de regenerarse, de rehacerse y de volver a ser una opción seria de gobierno. Con un líder joven –Casado tiene la misma edad que tenía Aznar cuando llegó a la presidencia del PP en el Congreso de Sevilla de 1990-, con unas ideas, principios y valores que son los que hicieron grande al PP en esa primera etapa de su refundación y de gobierno en España en el periodo 1996-2004, se han puesto los cimientos necesarios para conseguirlo.
No será fácil. Enfrente tendrá a una entente PSOE-Podemos que con el apoyo de los partidos nacionalistas e independentistas lucharán por seguir en el poder. Con este nuevo PP de Casado al menos ya se sabe que dará la batalla de las ideas y de la defensa de los valores liberales y conservadores, sin ningún tipo de complejos ante la izquierda. Eso es lo que han ganado los populares con la elección de su nuevo y joven líder. Como dijo este en su discurso del sábado, "el PP ha vuelto". Ya era hora habría que añadir.