Quién iba a pensar y a decir hace siete meses que Rajoy estaría hoy en su despacho del Registro de la Propiedad en el madrileño Paseo de la Castellana; que Soraya Sáenz de Santamaría se encontraría aposentando sus reales como vocal en el Consejo de Estado; que Cospedal tendría que abandonar la política por la puerta de atrás después de conocerse unas grabaciones de sus reuniones con Villarejo; o que un joven político como Pablo Casado iba a ganar las primarias de su partido a las dos mujeres citadas anteriormente.
Pero tampoco nadie se había imaginado que el fin del régimen socialista en Andalucía estaba a punto de consumarse, o que Susana Díaz iba a cosechar el peor resultado de los socialistas andaluces de la historia reciente. O que un partido como VOX, que lleva varios años remando contra corriente, iba a irrumpir con 12 escaños en el Parlamento andaluz gracias a que 400.000 andaluces decidieron darle su voto. O que Ciudadanos, cuatro años después de haber conseguido entrar en ese mismo Parlamento con 9 diputados, iba a conseguir este domingo 21 escaños.
Las cosas en la política española están yendo a una velocidad de vértigo. Y a ello no es ajena la falta de reacción de este Gobierno y del anterior al proceso independentista en Cataluña. En la tibieza de Rajoy a la hora de aplicar el artículo 155 de la Constitución y en los coqueteos y guiños de Sánchez con el independentismo catalán hay que buscar la razón principal, aunque no la única, de la irrupción de VOX. Y cuando un partido surge de esa manera, lo hace para quedarse. Baste recordar lo que sucedió con Podemos hace cinco años. Con los 400.000 votos conseguidos este pasado domingo en Andalucía, VOX tendría ya, si hubiera mañana elecciones europeas, dos diputados en Bruselas. Añádase a esta cifra los eurodiputados que pudiera conseguir con los votos que tendría en el resto de España y puede salir un número espectacular.
Por eso, y ante la proximidad de las europeas, municipales y autonómicas en trece comunidades el próximo 26 de mayo, los tres partidos –PP, Ciudadanos y VOX– que tienen que alcanzar el pacto, el acuerdo, para plasmar el cambio en Andalucía y desalojar al PSOE de la Junta harían bien en tentarse la ropa antes de poner dificultades de uno u otro tipo para lograrlo. Está claro que los andaluces han votado de una forma nítida para que se acabe con treinta y seis años de un auténtico régimen que además ha protagonizado importantes casos de corrupción. Si esto no lo entienden Casado, Rivera y Abascal, quien ponga más palos en las ruedas y sea retratado así ante la opinión pública de toda España, lo pagará muy caro en las próximas citas electorales.
El otro gran damnificado del domingo fue el proyecto frente-populista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. No es que haya sido derrotado del todo, pero sí ha sufrido un serio revés. Seguramente el resultado andaluz aleje en el calendario la posibilidad de un adelanto electoral, porque ahora Sánchez no se atreverá y querrá ganar tiempo, pero tanto el actual inquilino de la Moncloa como ese personaje siniestro que es Pablo Iglesias, que se atrevió a empezar su comparecencia de anoche hablando de "alarma antifascista" por el resultado de VOX, ya saben a estas horas que el pueblo español tiene todavía muchos resortes morales y patrióticos para defender a la Nación de proyectos disgregadores como los que ellos encarnan. No habrá elecciones generales a corto plazo, pero el 26 de mayo los españoles podrán dar otra lección de dignidad y de fortaleza.
Quien en las próximas semanas se equivoque en Andalucía, lo pagará en mayo.