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Wang Shu, un Pritzker devaluado

La "contribución al desarrollo sostenible" de Wang consiste en utilizar teja y madera imitando formas tradicionales y métodos constructivos manuales, porque en China la vanguardia tecnológica en la construcción parece ser inaccesible

Con veredicto unánime de un jurado variopinto e irrelevante en su mayoría, se ha otorgado este lunes el premio más prestigioso de Arquitectura, el Pritzker, al arquitecto chino Wang Shu, fundador del estudio Amateur Architecture Studio en 1997, en Hangzhou, China, país donde desarrolla toda su actividad. Wang Shu es, asimismo, catedrático de la China Academy of Art y ha recibido otros galardones como la Grand Mèdaille d'Or de la Academia de Arquitectura de Francia y el Premio Schelling. 

El Pritzker "premia a arquitectos vivos que, mediante su talante y visión, contribuyen de manera significativa a la humanidad", intención que, a juicio de no pocos críticos de arquitectura y profesionales ha ido relajándose los últimos años en aras a premiar la superproducción, el efectismo y la banalización.

Según François Roche, del estudio R&Sie(n), "hay que quemar el Pritzker definitivamente, salvando a Renzo Piano por algún motivo que desconozco", argumento no menos demoledor y científico que el que ha esgrimido la magnífica Zaha Hadid para otorgar a Wan Shu el de este año: "Su uso transformativo de materiales y motivos antiguos es altamente original y estimulante". Esta frase, en boca de Hadid, significa que el Pritzker, que ella ganó merecidísimamente, agoniza. 

La obra de Wang Shu ha sido reconocida por su maestría al materializar los ideales arquitectónicos sin renunciar a tradiciones pasadas y con la exigencia del desarrollo sostenible, todo ello en un entorno local en el que ha tenido que superar las limitaciones tecnológicas a base de los métodos de construcción artesanales. El jurado también ha premiado sus "texturas interesantes", "las numerosas capas, que son muy densas", de sus edificios, y el aporte de su obra al futuro planeamiento urbanístico en China, proceso que, aseguran, debe mirar hacia el futuro.

Dicho en términos profanos, la contribución al desarrollo sostenible de Wang consiste en utilizar teja y madera imitando formas tradicionales y métodos constructivos manuales, porque en China la vanguardia tecnológica en construcción parece ser inaccesible. Buen ejemplo de esto es Beijling, donde Foster, Zimmermann o Herzog & de Meuron han proyectado edificios punteros en tecnología. 

Las nuevas tecnologías son un hecho al que Wang parece resistirse en vez de adentrarse en ellas para modificar esquemas cerrados que harían imposible, por ejemplo, ese desarrollo urbanístico futurible que debe permitir el equilibrio entre tecnología y naturaleza.

"En diez o cincuenta años, las obras de Wang van a envejecer muy bien". Este período de tiempo, en arquitectura, no es nada, pero puede ser todo para una obra que, en ese tiempo, se permita el lujo de envejecer. 

La obra de arquitectura es poética, suma indisoluble de verdad constructiva, bondad funcional y belleza o razón geométrica, las máximas de Vitrubio: "Utilitas, Firmitas, Venustas", que Wang lucirá grabadas en la medalla condecorativa.

Wang es mímica, no mímesis. La mímesis trata de buscar el origen de la forma, sus causas. La mímica imita la forma sin entender la génesis de la geometría inherente a ésta.

El mejor ejemplo son sus Five Scattered Houses, en Ningbo, características por su cubierta curva que imita la tradicional, la auténtica que simboliza, en templos y casas, el espíritu de la cultura china. 

La estructura tradicional de madera, en la reconstrucción y ampliación del Ningbo Contemporary Museum of Art de Wang, pierde toda coherencia porque no responde al parámetro imprescindible de identidad entre estructura, forma e imagen que toda obra de arquitectura debe cumplir.

La biblioteca del Wenzheng College, en Suzhou University, China, pretende armonizarse con el entorno natural de montañas y agua, jardín típico de Suzhou, y para ello Wang propone volúmenes cúbicos tímidamente horadados que sobresalen de una fachada de cristal como queriendo flotar en el agua en diálogo imposible con el mito de retorno a la naturaleza. Efectismo, y 'todo lo que trata de producir efecto es estrepitoso o de mal gusto', decía Balzac. 

El Pritzker se nobeliza y éste es, dolorosamente, el paradigma del populismo, consecuencia de la arrogante autopropaganda de la China natal del ganador.

La Sra. Garrandés Asprón es arquitecto y miembro del panel de Opinión de Libertad Digital en calidad de corresponsal de arte actual.

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