Desde nuestra última cita en este rincón de internet dedicado a los eBooks una gran noticia ha venido a agitar (todavía más) las aguas de un mercado español que, pese a todo, parece dispuesto a despegar. Me estoy refiriendo, como no, a la posibilidad que tenemos ahora de comprar el famoso Kindle e incluso de usar su red 3G para comprarnos miles de libros... en inglés.
Por supuesto, ya he estado mirándolo y por la módica cantidad de 348 dólares, unos 235 euros según el cambio del día entre ambas monedas, la muy eficaz tienda americana me pone en casa el aparatito, y en un plazo de unos 8 días, que no está nada mal.
Les confieso que la tentación ha sido fuerte pero... ¿realmente quiero tener un Kindle? Mejor dicho: ¿a día de hoy vale la pena que me lo compre o quizá sea mejor esperar o incluso apostar por otras opciones que me ofrece el mercado?
Bueno, vaya por delante que, aunque yo no haya disfrutado de la seguramente placentera experiencia de usar un Kindle, es considerado por muchos un dispositivo de calidad, tiene algunas pequeñas virtudes nada fáciles de encontrar (incluso no tan pequeñas como la posibilidad de tomar notas) y, a pesar de los gastos de envío y la tasas de aduana, sigue teniendo un precio bastante competitivo.
¿Y cómo es que no salgo corriendo a comprar el mío? La verdad es que seguro que lo haría si mi presupuesto para eBooks fuese ilimitado, pero dado que esa situación ideal no ha llegado todavía, hay varios aspectos del dispositivo de Amazon que siguen sin convencerme.
Como ya hemos comentado por aquí, el modelo de negocio de Amazon es el más rentable que se ha puesto en marcha por ahora en el mundo de los libros electrónicos, pero aún así tiene algunas carencias que me resultan preocupantes y, sobre todo, bastante disuasorias de la compra: adquirir un libro en 60 segundos como publicita la web americana está muy bien, pero ya no lo está tanto que se trate de archivos ultraprotegidos que no puedo leer en prácticamente ningún otro dispositivo ni prestar a un amigo ni guardar por si un día utilizo otro lector y no un Kindle.
El famoso caso del borrado de las copias de 1984 nos da una idea de cómo Amazon entiende la relación con sus clientes, al menos en el caso concreto del Kindle. Tal y como reconoce un fan del dispositivo en su blog:
El modelo que tiene Amazon de los Kindle es el mismo que el del software propietario: te presto el aparato, tu me pagas una cantidad inicial por ello, pero en cualquier momento puedo exigirte que dejes de usarlo . Por tanto, el aparato es mío y hago lo que quiero con él, desde actualizártelo sin tu permiso hasta saber cuáles son tus gustos y frecuencia de lecturas, así como borrarte o modificarte lo que me salga de los...
Es decir, más que comprar un lector de libros electrónicos te fuerzan a casarte con él, y el matrimonio es una cosa muy seria y los divorcios algo demasiado duro como para unirse de ese modo a una imprevisible empresa americana.
Por otra parte, si el principal atractivo del dispositivo es la disponibilidad de libros, pero éstos son en inglés (por ahora no se ofrecen ediciones en otros idiomas) la cosa pierde todavía más la gracia: aunque la mayor parte de mis lecturas fuesen en la lengua de Shakespeare , que no lo son, me parece una limitación muy seria.
Tampoco resulta muy estimulante el engorroso proceso para utilizar archivos propios en el dispositivo: hay que enviarlos a una dirección de correo y luego bajarlos al ordenador o recibirlos, pagando, a través de la red 3G del propio Kindle. Y por último, además de todos esos problemillas, nunca estaremos seguros de no perder nuestros libros por alguna compleja decisión de Amazon o de vaya usted a saber qué SGAE librera y censora.
En definitiva, señores de Amazon, me temo que o me ofrecen en castellano una selección de libros tan seductora como la ofertada en lengua inglesa o creo que seguiré resistiendo la tentación.
Eso sí, teniendo en cuenta que Jeff Bezos no da puntada sin hilo, no se puede descartar nada. Estaremos atentos.