No es la noticia más destacada del periódico, tampoco la más importante, pero es sin duda la más significativa que se ha publicado este martes y, probablemente, en todo lo que llevamos de caluroso y calenturiento verano: un hombre se ha caído en una tumba abierta y se ha partido la cabeza.
Cuando yo era joven y seguía el mundo del ciclismo la expresión "a tumba abierta" se utilizaba cuando un corredor bajaba un puerto asumiendo tantos riesgos que, más que jugarse la vida, se arriesgaba directamente al entierro. Afortunadamente en muy pocas ocasiones alguno de ellos caía, para algo eran profesionales e iban, supongo, convenientemente "estimulados" por ingeniosas sustancias tan secretas como de todos conocidas.
Rajoy, ilustre aficionado al ciclismo, es en cambio muy poco aficionado a la política "a tumba abierta", es decir, la que asume riesgos al perseguir logros importantes y grandes victorias, ya sean en la general o en la etapa.
Sin embargo, pese a su reticencia vital al riesgo, nuestro presidente ha acabado imitando a nuestro involuntario protagonista de la noticia del día y, como el anciano del cementerio, el presidente se ha partido la crisma contra el fondo de una tumba, en este caso política y, para más señas, la suya.
Y es que la respuesta diseñada en las covachuelas de Moncloa para el desafío que supone la irrupción de Bárcenas en los juzgados y las portadas ha sido patética, de risa: se han limitado a una estrategia que consistía, básicamente, en no tener ninguna estrategia.
El presidente y los genios que lo asesoran en esta cuestión deben creer que afrontar el problema da visos de credibilidad al relato de Bárcenas, pero olvidan que, al menos en este punto de la partida, la credibilidad del extesorero es cuestión secundaria porque, sean ciertas o no las acusaciones vertidas ante Ruz y Pedro J., Rajoy y el PP ya tienen un problema.
Pero en lugar de contraatacar, defenderse al menos, o incluso tener los arrestos de dimitir, el popular se ha limitado a vagar como alma en pena por el cementerio de la política, con tan mala suerte que ha acabado dándose de bruces contra el fondo de una tumba. El próximo día uno de agosto sabremos en que estado sale de ella, si es que sale.
Mientras tanto, el caso es que con Rajoy, Rubalcaba, Duran i Lleida, Llamazares y demás muertos en vida el Congreso cada día se parece más al Thriller de Michael Jackson, aunque con algo menos de ritmo. Y si encima la sesión es en cementerio de animales senatorial, la cosa no puede ser más lúgubre.
¡Qué tiempos aquellos en los que el que se tiraba a tumba abierta en verano era Perico en los Pirineos! Estábamos todos tan jóvenes y tan... vivos.