Politólogo, evangelizador, político, modelo ocasional, macho alfa y, ahora, experto en la creación de monedas no creadas. El currículum vitae de Juan Carlos Monedero no deja de crecer, sobre todo si tenemos en cuenta que a todo esto hay que añadir ahora otra nueva faceta, quizá más sorprendente todavía que las anteriores: empresario de éxito.
425.000 euros, repito: 425.000 euros, le ha sacado el de Podemos a unos cuantos países por explicarles cómo se crea una moneda bolivariana, o eso dice él. De la moneda, por supuesto, no tenemos más noticias, pero el dinero sí que está ahí, dicen que invertido en promocionar la revolución televisiva a través de La Tuerka.
Dirán que soy un mal pensado, pero a mí esto me recuerda a los sesudos informes que Urdangarín y Cía elaboraban para ir pasando el cazo por administraciones públicas y empresas. En este caso, y siempre aceptando la versión del propio Monedero, la cosa tendría algo más de gravedad, creo yo: si ya está feo meterle un sablazo a Baleares y Valencia, que son comunidades ricas, dárselo a países como Bolivia o Ecuador es de juzgado de guardia. ¡La de bocas infantiles que se habría podido alimentar con esos 425.000 euros en esos países tan pobres!
Y todo eso si nos tragamos la muy poco verosímil versión que el propio aludido da de los hechos, porque la otra posibilidad es que un gobierno extranjero esté financiando una operación política en España, con un interés tan claro como poco limpio. ¿Qué dirían Monedero, el becario Errejón y el mismísimo Pablo Iglesias si, por ejemplo, Libertad Digital cobrase unos cientos de miles de euros del gobierno alemán? No quiero ni pensar los chistes que nos harían con Merkel… ¡y eso que no nos presentamos a las elecciones!
En un año, y sin llegar a tocar poder, estos que venían a regenerar la cosa nacional y a echar a los corruptos han mostrado una insólita propensión por los negocios oscuros, raros y, como mínimo, sospechosos; además de tener una capacidad más que llamativa para olvidar pequeñas normas fiscales o detalles de los contratos que firmaban como si el trabajo tenía que ser presencial o no.
Ahora que les vamos conociendo, cada vez está más claro que el día que no les falta "un papel"… les sobra mucha cara.