"Hay que invertir en educación porque de ella depende el futuro", "La educación es lo más importante", "La educación es un tema de Estado", “Todos debemos hacer un esfuerzo por la educación”… Estas y otras similares son frases que escuchamos semana sí y semana también sobre el que es, sin duda, uno de los grandes problemas de nuestro país.
A todos nos preocupa mucho la educación, o al menos a casi todos se nos llena la boca diciéndolo. Pero cada mes de septiembre ese interés cobra una forma peculiar: lo que nos preocupa es lo mucho que cuestan los libros y lo carísima que es la vuelta al cole, porque encima tienes que comprar ropa, como si el resto del año los niños fuese en pelota picada.
Por un lado es comprensible que un gasto importante angustie a las familias, y también es cierto que deberían buscarse fórmulas para que los libros de texto no tengan una vida útil tan corta como un único curso, aunque sobre todo esto también revolotea esa visión del negocio –en este caso el de las editoriales– como algo negativo y casi pecaminoso.
Por el otro, me llama la atención que ese gasto sea uno de los que más quejas despiertan en una sociedad en la que muchas familias no tienen problemas en gastar en bicicletas, playesteisions, cumpleaños celebrados con carísimas fiestas y, por supuesto, bautizos o comuniones a todo tren…
La sociedad actual ha metabolizado que las cosas verdaderamente importantes –como la educación– tienen que ser completamente gratis, lo que puede tener cierto sentido si pensamos que debe favorecerse cierto nivel de derechos básicos a todos los ciudadanos y, especialmente en el caso de la educación, algo que sea lo más parecido posible a la igualdad de oportunidades.
Cabría preguntarse, no obstante, si tiene sentido un gratis total para todos, aquellos que no pueden y aquellos que sí; y, sobre todo, deberíamos mirarnos al espejo y pensar si no tendríamos que revisar nuestras prioridades: ¿realmente la educación de los hijos no merece que la familia se esfuerce? ¿Realmente el principal problema de la educación es el precio de los libros? ¿Realmente no hay todos los meses del año gastos similares y en cosas menos importantes?
Todo esto me lleva a pensar que la verdad es que la mayor parte de los españoles no cree que la educación tenga esa importancia que tan campanudamente le damos cuando se nos pregunta, y que esa triste realidad se transmite a la mayoría de los alumnos, que no ven en casa estímulo alguno para esforzarse; y a los profesores, que tampoco suelen tener necesidad ni incentivo alguno para nada por encima de cubrir el expediente; ni por supuesto para los responsables políticos que saben que, en el fondo, les es más rentable plegarse a las exigencias de la casta educativa que cambiar el desastroso estado de cosas.
Al final, como en tantas otras cosas, queremos que se invierta en educación muchísimo dinero… de los demás.