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Carmelo Jordá

Iglesias no ficha por la pública

¿Acaso lo de este tío ha sido en realidad un simple, pero gravísimo, caso de caradurismo?

¿Acaso lo de este tío ha sido en realidad un simple, pero gravísimo, caso de caradurismo?
Ángels Barceló, con Pablo Iglesias. | EFE

Supongo que las colaboraciones que va a cobrar Pablo Iglesias en las radios en las que participará como tertuliano a partir de ahora se pagarán con cantidades similares a las que el propio Iglesias cobraba por sus muchas intervenciones mediáticas antes de ser un político muy conocido y, válgame Dios lo que nos ha tocado ver, vicepresidente del Reino de España.

Digo que supongo que será así porque, en caso contrario, estaríamos ante una puerta giratoria como la de un hotel de cinco estrellas, y no creo que tal cosa sea posible cuando hablamos de un hombre que es todo coherencia: que jamás salió del popular barrio en el que crecía y vivía, que nunca llegó a la política para forrarse, que criticaba que los exministros cobrasen sus asignaciones una vez dejaban el cargo… En fin, ya me entienden ustedes.

Sin embargo, lo más incoherente del recoloque mediático y laboral de Pablo Iglesias no es que vaya a ganar mucho más dinero del que ganaba antes de su breve y relativamente exitosa carrera política, sino que todo lo que sabemos por ahora que va a hacer lo hará con una universidad privada y con poderosos grupos de comunicación, por supuesto también privados.

Líbreme Dios de criticar a las universidades o a los colegios privados, loables instituciones que sirven para satisfacer las necesidades educativas de muchos y, sobre todo, para evitar que el dominio del Estado en el terreno de la enseñanza pase de abrumador a directamente monopolístico. Pero oigan, no es de mí de quien estamos hablando, sino del azote de los colegios privados, el adalid de la sacrosanta educación pública, el que ha abogado siempre por eliminar cualquier iniciativa libre en el sector… hasta que ha llegado la hora de poner el cazo.

Me dirán ustedes que va a cobrar muy poco de la UOC –algo más de 8.000 euros al año–, pero aquí la cuestión no es cuantitativa sino cualitativa: si lo privado era tan malo, ¿cómo puede aceptar ese sucio dinero manchado de la discriminación de la clase obrera? Pues salta la sorpresa: puede.

Y si llamativo es lo de universidad, ¿qué me dicen de las radios en las que va a ejercer de fino analista? La SER y RAC1, integrantes de dos de los mayores grupos de comunicación del país, gigantescas empresas que han crecido a la sombra de las concesiones políticas en no pocas ocasiones flagrantemente ilegales, como en el famoso Antenicidio. Empresas desarrolladas y sostenidas a la sombra del poder y de la competencia desleal, lo más duro del capitalismo de amiguetes ese contra el que bramaba sin descanso la jauría podemita.

Él, que tanto atacó a los medios de comunicación privados y tanto defendió a los públicos, no ha tenido ningún reparo, ni tan siquiera un mínimo decoro, cuando ha llegado el momento de cobrar: ha elegido a los primeros y a los peores de ellos. Al menos antes eso de "cabalgar contradicciones" se suponía que era para alcanzar el poder; pero si fuéramos un poco malpensados estaríamos por llegar a la terrible conclusión de que lo de este tío en realidad siempre ha sido un simple, pero gravísimo, caso de caradurismo.

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