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Carmelo Jordá

¡He descubierto que aquí se manipula y se adoctrina!

Bienvenidos a la verdad todos los que ahora se sorprenden por lo que era tan sencillo de conocer.

Dentro del desastre que está suponiendo y de la catástrofe absoluta que podría suponer, el estallido de la crisis catalana está teniendo algunas cosas buenas: la aparición de la figura de un rey que estaba esperando una oportunidad para darnos la medida de su enorme talla; el final del silencio de muchos catalanes que llevaban años bajo una piedra, pero que por fin se decidieron a hablar y actuar desde el 8 de octubre; la desaparición, por fin, de tantos complejos para sentir un razonable orgullo por ser españoles y por lucir nuestra bandera…

También está sirviendo, aunque no tanto como debería, para que las caídas del guindo se hagan en manada. Esto, hay que reconocerlo, es normal: durante años hemos sido bombardeados con las teorías de los expertos en lo catalán que defendían que no había que preocuparse, que todo esto no iba en serio, que los nacionalistas lo que querían era más dinero, que al final se impondría el famoso seny y que nunca llegaríamos a esta situación. Gracias por vuestra clarividencia, amigos.

De hecho, muchos de estos catalano-futurólogos, los mismos que sonreían con condescendencia y decían que "España se rompe" casi tantas veces como "Todo es ETA", siguen esperando un último giro de los acontecimientos que les dé la razón. Yo les entiendo: que tu discurso de años quede como una ristra de gilipolleces debe de ser muy duro, pero eso no hace que su análisis sea ahora menos falso que antes; solo que ahora va aderezado con aún mayores dosis de wishful thinking.

Pero de todos los cambios que el estallido del procés está provocando, el más sorprendente es el de que nos hayamos dado cuenta, por fin, de que en los colegios catalanes se adoctrina, de que en los medios públicos y privados de Cataluña se manipula. ¡Qué escándalo!, habría podido decir un comisario Renault cualquiera.

Nunca es tarde si la dicha es buena, pero en este caso la verdad es que es más que tarde. Sobre todo porque algunos, unos pocos, llevamos mucho tiempo denunciándolo, advirtiendo de que la principal función del sistema educativo catalán no es transmitir conocimientos ni formar ciudadanos, sino generar nuevos fieles para la fe laica nacionalista.

Sobre todo porque algunos, poquísimos, llevamos años denunciando que TV3, La Vanguardia o las numerosas radios públicas no son medios de comunicación tanto como terminales de un gigantesco departamento de propaganda. Y bastaba querer verlo, escucharlo o leerlo para darse cuenta, bastaba haber visto el mismo editorial en trece periódicos. Pero, claro, quedabas mucho mejor si en lugar de eso denunciabas la parcialidad de Telemadrid, que distaba –y dista– mucho de ser perfecta, pero al menos nunca ha sido correa de transmisión del racismo, el odio antiespañol y la xenofobia.

Bienvenidos a la verdad todos los que ahora se sorprenden por lo que era tan sencillo de conocer; pero, por favor, no finjan una indignación tan grande o pensaremos que, además de casi ciegos, son ustedes bastante hipócritas.

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