
La diputada de ERC Montse Bassa ha sometido este martes al PSOE a una de las peores humillaciones políticas que he visto en mi vida. Con la superioridad moral que por lo visto te da tener una hermana delincuente, la separatista ha hecho un discurso en el que ha insultado a España, a sus instituciones, a los diputados y específicamente a los socialistas. Mientras, Meritxell Batet abroncaba a la bancada del centro-derecha. La escena ha sido dantesca.
Eso sí, a la impúdica exhibición de sentimentalismo y moralina indepe de la Bassa –que, mire, señora, a nosotros sus problemas familiares no nos importan una mierda, con perdón, y si su hermana no quería ir a la cárcel, que no hubiera delinquido– tenemos que agradecerle un momento de sinceridad de particular interés: cuando ha dicho que a ella "personalmente" le importa "un comino" la gobernabilidad de España.
¿Quién habría podido imaginar que a una separatista catalana el país al que lleva años insultando y del que quiere separarse no le quita el sueño? Sí, todos lo sabíamos, pero decirlo justo unos minutos antes de que tu voto ponga un Gobierno en ese país que te la refanfinfla añade a la cosa un descaro –y una humillación a tus socios– para el que no todo el mundo está capacitado.
También estamos seguros de que España es la preocupación última de Bildu, partido que de hecho ya lo ha demostrado en multitud de ocasiones, especialmente cuando sus amigos, esos a los que todavía dan tratamiento de héroes en los pueblos del País Vasco, colocaban bombas en las calles españolas.
Más allá de los juicios morales que vienen al caso, y desde luego yo soy de los que creen que el comportamiento ético o moral debe ser una de las consideraciones primeras de la política, este Gobierno bolivariano nace con un enorme hándicap: descansar en y depender de aquellos a los que España les importa un comino. Lo quieran o no, gobernar un país con aquellos que lo odian va a ser una tarea complicada.
De hecho, aunque se llenen la boca hablando del bien común, lo único que tienen en común todos los que por acción o abstención han permitido que Sánchez siga de presidente es que quieren su parte. Y hay serias dudas, y no me refiero sólo a lo económico, de que haya partes para todos y por tanto el reparto sea posible.
Pero por lo pronto al PSOE parece no preocuparle demasiado el asunto: visto su comportamiento durante la sesión de investidura, incluso durante las últimas semanas, es evidente que lo único que quitaba el sueño a los socialistas era el futuro de Pedro Sánchez. Desde ese punto de vista, a ellos sí les preocupa la gobernabilidad, no como a Montse Bassa; pero cada día está más claro que también les importa un comino España.