
Según Ignacio Escolar, hijísimo de Arsenio Escolar, los jueces son de derechas porque la oposición es muy difícil y, por tanto, sólo las familias con dinero –que en su cabeza llena de tópicos son todas de derechas– pueden mantener a un hijo mientras estudia un examen tan complicado.
La idea es simple y directa, pero completamente equivocada, como tantas otras ideas que trata de vendernos la izquierda política y mediática, valga la redundancia. De hecho, aunque parezca increíble, su andamiaje intelectual es incluso más endeble de lo habitual. Vamos, que no hay por donde cogerla.
Para empezar, porque afirmar que todas las familias adineradas son de derechas es solemnemente estúpido y para desmentirlo basta contemplar un momento la realidad: ahí tenemos a la propia familia Escolar, por ejemplo, que no se puede decir que vengan de los arrabales suburbiales de Madrid y tampoco se puede decir que sean de centro reformista. Y ahí tenemos también a los líderes de PSOE y Podemos, con los que tanto y tan buen trato tienen los Escolar, que en su inmensa mayoría son de tan buenas familias que han tenido que meterse en política para encontrar un futuro igual de confortable que su pasada juventud.
Eso sin tener en cuenta el hecho –que quizá a Escolar padre e hijo les resulte sorprendente– de que uno no tiene por qué tener la misma ideología que sus padres: llega un momento en la vida en el que rompes a leer y te formas tus propias ideas, que pueden coincidir con las de tus mayores, sí, pero también pueden no hacerlo.
Por otro lado, si repasamos la lista de jueces que se han metido en política en los últimos años, tampoco encontramos una abrumadora mayoría de peligrosos derechosos: desde Garzón a Grande Marlaska, pasando por Belloch, Robles o Campo, todos han encontrado un acomodo más o menos confortable en el PSOE. Pero no son los únicos: la famosa –o más bien infame– Vicky Rosell es así mismo jueza y fue elegida diputada en las listas de Podemos, como lo fue también Gloria Elizo, vicepresidenta tercera de la Mesa del Congreso y, no nos olvidemos de ella, la mismísima Manuela Carmena, jueza en sus ratos libres entre la militancia comunista y la alcaldía de Madrid, a la que accedió de la manita de Iglesias y Errejón, qué tiempos aquellos.
Y no son sólo los que han entrado en política, ojo, ahí tienen ustedes ejemplos como Elpidio José Silva, que en su ansia de justicia anticapitalista llegó a prevaricar de una forma tan obscena en el famoso Caso Blesa que fue inhabilitado. Síganle ustedes en Twitter y verán si está en la derecha o más bien a la izquierda de Lenin. Pero hay más: todo el mundo sabe que los juzgados de lo laboral no son precisamente un nido de democristianos, y la asociación Jueces y Juezas para la Demagogia está, si me permiten la broma, a dos pasos de convertirse en una corriente dentro del PSOE.
Sin embargo, lo que más me llama la atención del finísimo análisis de Escolar es su obsesión con las familias. Hombre, Nacho, escóndete un poco. Yo no tengo ninguna duda del talento de este agudo pensador para crear y gestionar productos propagandís… digo periodísticos, pero tampoco la tengo de que su carrera no se ha visto precisamente perjudicada por ser el hijo de su padre, destacado hombre de Prisa durante muchos años, director de 20 Minutos durante muchos otros y persona, en suma, conocida e influyente en la profesión. De hecho, igual son imaginaciones mías, pero quizá –solo quizá– sin ese apellido no habría podido comenzar su brillante carrera sin acabar la licenciatura de Periodismo, tal y como sí tuvimos que hacer todos los demás que no teníamos un padrísimo.
Porque igual todos están ahí por ser derechas, pero los jueces pasan por una oposición y su padre no puede colocarlos en el juzgado de un amigo. Un obstáculo al que los periodistas, licenciados o por licenciar, no tenemos que enfrentarnos.