La sentencia de los ERE que por fin se ha conocido este martes –justo cuando ya no podía influir en el resultado electoral, qué casualidad– certifica que este caso es con toda probabilidad la peor trama de corrupción que se ha visto nunca en España, con el permiso del 3%, claro.
Y lo es por varias razones: en primer lugar, por el descomunal monto de lo robado, nada más y nada menos que 855 millones de euros –repito: 885 millones de euros–, una cantidad incomparable con ninguno de los casos que hasta ahora se han juzgado de cualquier otro partido, y por supuesto del PP.
Pero es que, además, ese dinero se robaba de los cursos de formación para los parados, ¡en la comunidad autónoma con más paro! El partido que presume de la justicia social y de apoyar a los desfavorecidos y a los más débiles estaba robando a los que no tenían trabajo allí donde más difícil era encontrarlo. Como siempre, la izquierda no es más que una gran mentira.
Además, ninguna causa de corrupción ha supuesto la condena de tantos responsables políticos de tanto nivel: dos expresidentes de Andalucía, ambos exministros y uno de ellos exvicepresidente del Gobierno de España; nueve exconsejeros, uno de los cuales fue una ministra estelar de Zapatero; seis ex directores generales… Y esto es sólo el primer juicio de un rosario de causas que está por llegar y en el que ya nos podemos hacer una idea de por dónde irán las sentencias.
El PSOE y sus terminales mediáticas –por cierto, enternecedor ver el contorsionismo de tantos azotes de la corrupción que ahora están haciendo verdaderas filigranas para que esta enorme corrupción parezca una minucia– están empeñados en quitarle importancia porque ninguno de los condenados se ha enriquecido. Amén de que no es cierto que no haya habido casos de enriquecimiento personal –ahí están las vacas que podía asar Juan Lanzas para que nadie lo olvide–, el hecho de que la principal motivación de la trama no fuese el lucro personal no la hace mejor, sino peor: no se trataba de la actuación de unos chorizos que se lo llevaban a espaldas de los responsables de las instituciones, sino de una trama orquestada desde lo más alto de Junta de Andalucía para establecer una red clientelar que facilitase que el PSOE se eternizase en el poder.
En resumen: pura "corrupción estructural", como ha dicho este martes el socialista Ábalos… refiriéndose al PP.
Aunque Sánchez y los suyos y todo el coro periodístico que ve esto como una pequeña incomodidad no quieran reconocerlo, la sentencia que se ha conocido este martes certifica que, dentro de la variada gama de corrupciones que por desgracia nos ha ofrecido España en los últimos años, el PSOE es, literalmente, lo peor.