Que los -presuntos- delincuentes carguen contra un juez o contra todo un tribunal entra dentro de lo esperable: allá cada uno y cómo se organiza su defensa, y más todavía cuando lo tiene difícil porque todos le hemos visto delinquir -presuntamente- en directo en las televisiones.
Mucho más excepcional resulta que sea el Gobierno el que no defienda la acción de los jueces o incluso les ponga palos en las ruedas, sobre todo cuando estamos hablando del tribunal más importante del país y, sin duda alguna, de un procedimiento penal fundamental, probablemente el más decisivo desde que tenemos democracia.
Pero en eso andan Rajoy y los suyos, mientras el separatismo los acusa de controlar el Poder Judicial y éste demuestra que, al menos en esta cuestión, no sólo es independiente, sino que actúa a pesar de las ansias de componenda de un Ejecutivo que incluso llegó a obligar a la Fiscalía a inventarse una enfermedad inexistente para tratar de sacar de la cárcel a uno de los golpistas.
Un Gobierno y un presidente que han llegado a alabar la vergonzosa actuación de Alemania a través de su aún no desautorizada ministra de Justicia. Un Gobierno y un presidente que no se han molestado en combatir ni pública ni diplomáticamente el disparate perpetrado en Schleswig-Holstein, y eso que se podían haber esgrimido numerosos argumentos demoledores, tanto políticos dentro de la UE como jurídicos, tal y como ha demostrado el Supremo este martes.
Un Gobierno en el que ni Rajoy ni Sáenz de Santamaría ni ninguno de los ministros han sido capaces siquiera de mostrar un mínimo de empatía con los millones de españoles -sobre todo los catalanes constitucionalistas- que se sintieron profundamente decepcionados por el disparatado auto de unos jueces de provincias germanos.
Un Gobierno cuyo ministro de Hacienda ha llegado a contradecir públicamente a los magistrados del Supremo y a las fuerzas de seguridad afirmando por sus santos perejiles que no ha habido malversación en un golpe que lleva años pagándose desde las instituciones, dando munición a los separatistas y también a esos jueces de Schleswig-Holstein que ya han demostrado que desprecian a España y que aprovecharán cualquier cosa para hundirnos.
Todo por no irritar a unos separatistas que no son y ya no volverán a ser lo que el Gobierno cree o quiere creer o, en el caso de Montoro, por salvar su culo político de una responsabilidad que sin duda le alcanzará cuando el Supremo sentencie que no hizo su trabajo, tal y como Rajoy se niega a hacer lo principal del suyo: defender a España.