Mas datos positivos para el mercado de los libros electrónicos y, de nuevo, fuera de España: en Estados Unidos pasaron durante 2010 de menos de un 4% a más de un 12%; en Reino Unido, por su parte, de un mercado inexistente se pasó en un año a más del 3%.
Estas cifras vienen a sumarse a otras ya conocidas como, por ejemplo, que en EEUU los libros electrónicos se venden, ya desde febrero de este mismo año, en mayor número que los de tapa dura.
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, la realidad demuestra con su tozudez habitual que no estamos ante una moda, sino que ha llegado el más sustancial e importante cambio en la industria del libro prácticamente desde tiempos de Gutemberg.
Un cambio frente al que hay varias actitudes posibles: una es innovar, ser atrevido o, al menos, aliarse con los que lo son; otra es entrar en modo pánico y tratar de frenar el inevitable cambio, pero esto suele tener un efecto muy similar a intentar detener un tren con un coche.
En EEUU es obvio que se ha apostado por lo primero, de la mano o empujados por líderes como Amazon o Apple; la situación en España se parece mucho más a lo segundo: de tan cautelosos que hemos sido porque "era demasiado pronto" ahora nos encontramos en el camino de un expreso realmente veloz que no tiene intención de frenarse.
Y, claro, llega el miedo, quizá por fin justificado, y llegan los grandes que han desarrollado el mercado en el exterior (ahí está amazon.es preparándose para abrir su librería electrónica en meses) y ahora el tiempo parece echársenos encima y quizá no estamos preparados.
El tren se acerca y no conseguimos salir de las vías, podíamos haberlo previsto hace un año o hace nueve meses, pero entonces era demasiado pronto y había que precipitarse...
¿Demasiado pronto para quién? No, desde luego, para un mercado en el que empezaba a crecer la demanda; ni para una tecnología que ya estaba más que preparada; ni para unos consumidores que han tenido que buscar sus propias alternativas; quizá sí para empresas que no querían o no sabían asumir riesgos.
Ahora, por el contrario, quizá sea demasiado tarde.