Antes de su primera muerte y resurrección política, Sánchez hizo fortuna con la expresión "no es no". Ahora el inverosímil presidente podría cambiarlo por "nada de nada", que es lo que está haciendo y logrando este Gobierno que se está deshaciendo ante nuestros ojos como se deshilacha un mantel viejo.
Lo cierto es que, perdonen la inmodestia, algunos ya pensábamos y habíamos pronosticado que a Sánchez y los suyos les iba a costar sangre, sudor y lágrimas sacar adelante cualquier iniciativa de calado, y, por supuesto, unos Presupuestos. De hecho, personalmente tenía tan claro eso que daba por sentado que el presidente y su equipo no se engañaban al respecto y estábamos sólo ante una hábil operación de propaganda política que hasta podría coronarse con cierto éxito.
Pues parece ser que no: resulta que el adanismo que tara habitualmente a la izquierda más descerebrada les había hecho creer (no descarto que esta frase deba usarla en singular: le había hecho creer, única y exclusivamente a él) que lo iba a arreglar todo imponiendo sus 84 diputados sobre cualquier asunto más o menos de la misma forma que un curandero impone sobre el miembro tumefacto sus manos cargadas de energía curativa.
¿Que lo de Cataluña está fatal? Con mis 84 diputados lo arreglo. ¿Que me molesta Franco en su semiolvidada tumba? Aquí tiene usted 84 escaños. ¿Qué necesito un presupuesto con el que gastar a cascoporro para hacer felices a populistas y separatistas? Pues no hay problema: me bastan unas pocas decenas de culiparlantes para pasar por encima del Senado.
Pero llega la hora de la verdad y la realidad es, ay, muy distinta a como la habíamos imaginado, y, oh qué sorpresa, si a Rajoy le costaba la vida negociar algo con 137 diputados, al doctor Sánchez es casi imposible que le salga el encaje de bolillos con 50 menos. Y mientras nos reponemos del soponcio parlamentario, la situación degenera a gran velocidad en Cataluña, la economía empieza a dar señales preocupantes y los socios preguntan insistentemente qué hay de lo suyo. Por cierto, ¿recuerdan ustedes cuando los socios no eran socios porque no había nada pactado? Qué tiempos aquellos, hace la friolera de cuatro meses.
Pedro Sánchez llegó al Gobierno como el hombre del "no es no", prometió regenerar y no ha regenerado nada; prometió ejemplaridad y ésta le ha durado menos de lo que se tarda en leer su tesis; nos aseguró que lo iba a arreglar todo y, al final, no ha arreglado nada de nada.
Igual se sorprenden ustedes, pero empiezo a pensar que, aunque su increíble vida, muerte y resurrección política en algún instante fugaz nos hiciese pensar lo contrario, cabe la posibilidad de que el doctor Sánchez no sea el genio que él cree ser.