El izquierdismo siempre había tenido una curiosa forma de preocuparse por los pobres, al menos en Occidente: eran algo así como una entidad superior, fundamental, alrededor de la cual debía girar y giraba todo, pero a la que sólo conocía por las fotos.
Además, los pobres les preocupaban según y cómo: por ejemplo, el terrible rastro de extrema pobreza que dejaron los regímenes comunistas durante la segunda mitad del s. XX no les quitaba ni un minuto de sueño, la situación de rusos, chinos, coreanos o vietnamitas les era indiferente; ni siquiera la de los cubanos, ese pueblo con el que tanto nos conecta, hacía al izquierdismo occidental o al español preguntarse por qué las casas de La Habana se hunden, por qué hay cartillas de racionamiento décadas después de la revolución, por qué tantos jóvenes se ven abocados a prostituirse por cuatro perras o por bienes de primera necesidad.
No, ellos contemplaban felices los experimentos revolucionarios… a miles de kilómetros de distancia y cómodamente instalados en el capitalismo. Así cualquiera, así es fácil perorar sobre la dignidad de los pueblos, el antiimperialismo y la igualdad: no hay nada como estar bien comido y vestido para que la redistribución y la economía planificada te parezcan estupendos; no hay nada como tener garantizados tus derechos y votar cada poco tiempo para que los partidos únicos y los presos políticos te parezcan minucias, pequeños errores que se deben consentir a fin de alcanzar un bello ideal.
Les hablo en pasado pero esto sigue ocurriendo y no sólo con los viejos dinosaurios comunistas que todavía perviven: allí donde el socialismo o sus adláteres toman el poder y empiezan a hacer de las suyas surge de la acomodada Europa una corriente de entusiasmo, cariño y solidaridad.
Pero ¿solidaridad con quién? Veamos el caso de Grecia: mientras la izquierda radical -y parte de la menos radical- proclaman su apoyo "al pueblo y el Gobierno griegos", lo cierto es que los ciudadanos de a pie no pueden sacar más de 60 euros del cajero y tienen el banco cerrado; lo cierto es que los ahorros de toda una vida pueden haberse reducido a eso, a 60 cochinos euros; lo cierto es que, de seguir el camino que ha marcado Syriza, cuando puedan disponer de ellos, esos ahorros valdrán la mitad, o la cuarta parte.
A los griegos van a expropiarles un porcentaje brutal de sus vidas, les costará Dios y ayuda seguir cubriendo sus necesidades básicas y los índices de pobreza y paro se van a disparar aún más, pero eso no preocupa a los que desde aquí, bien calentitos y en muchos casos con una poltrona bajo sus posaderas, hablan de orgullo y de austericidio.
No, no me vengáis con la dignidad de los griegos: está claro que lo único que os importa es tener una excusa más para vuestra propaganda; lo único que os importa no es el pueblo, ni el griego, ni el cubano, ni el ruso, ni el coreano: es el poder.