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Carmelo Jordá

¿De qué se puede dialogar con Hamás?

La alternativa no es entre guerra y paz, sino entre luchar o sucumbir. Israel, afortunadamente, lo tiene claro.

La alternativa no es entre guerra y paz, sino entre luchar o sucumbir. Israel, afortunadamente, lo tiene claro.

Anda la progresía biempensante del mundo pidiendo insistentemente que acaben las operaciones militares de Israel en Gaza y que se inicie un proceso de diálogo entre las partes. La propuesta es, como tantas otras cosas que nos llegan desde la izquierda, tan aparentemente lógica e intachable como inútil o, más probablemente, incluso perniciosa.

Lo primero que habría que preguntarse es qué se puede dialogar con Hamás, a qué acuerdo puedes llegar con una organización que es terrorista, que se basa en el peor fanatismo religioso y en cuyos estatutos clama por tu destrucción absoluta. Para que nos hagamos una idea de lo que estamos hablando, ni siquiera los desgraciados asesinos de ETA plantean la completa desaparición de España y echarnos a todos los españoles al mar, como sí hace Hamás con los israelíes.

Negociar con aquel que quiere exterminarte debe de ser harto complicado, llegar a un punto de acuerdo se me antoja difícil: no hay un término medio entre la vida y la muerte, entre la existencia de Israel y su desaparición, entre que más de seis millones de judíos vivan en Oriente Medio o, simplemente, llenen los cementerios.

Esto que estamos viviendo es un ejemplo más de la estúpida fe absoluta en el diálogo que ha desarrollado Occidente desde finales del s. XX, como si todo se pudiese arreglar con diálogo y, peor aún, como si todo fuese negociable. Lo cierto es que sobre aspectos como la libertad o los derechos humanos no me interesa lo más mínimo llegar a un compromiso con Hamás, y no creo que fuese buena idea hacerlo.

Ese del diálogo es el típico consejo que es muy fácil dar a terceros, especialmente a un Estado judío al que todo el mundo cree saber lo que le conviene… desde la comodidad de una Europa en la que no caen misiles. Es también una de esas ideas que sabemos corre a costa de otros: nosotros quedamos muy progres y pacíficos aquí y que los israelíes se las vean con el monstruo; pero, eso sí, a través del diálogo, que si no luego salen muertos por la tele y me amargan la cena.

Pero no, Israel no debe negociar con Hamás nada que no sea un alto al fuego que ponga fin a la actual guerra; Israel, que es una democracia y un Estado de ciudadanos libres, no tiene nada que dialogar con los terroristas teócratas de Hamás.

La guerra es algo terrible, y esta también lo está siendo, pero cuando hay quien está dispuesto a hacértela a toda costa la alternativa no es entre guerra y paz, sino entre luchar o sucumbir. Israel, afortunadamente, lo tiene claro.

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